DOMINGO DEL BUEN PASTOR
(Sermón pronunciado el 21 de abril de 1985)
El Segundo Domingo después de Pascua es llamado ancestralmente “del Buen Pastor” a causa de su Evangelio, tomado del capítulo décimo de San Juan, en el cual Jesucristo se revela y declara Buen Pastor por excelencia: Yo soy el Buen Pastor; y conozco a mis ovejas y las mías me conocen a mí.
Habitualmente el predicador aprovecha esta ocasión para encomiar las cualidades del Buen Pastor, así como resaltar también la importancia del sacerdocio por Él instituido y, por lo mismo, la necesidad de las vocaciones sacerdotales.
Hoy deseo extender la noción de buen pastor a toda persona que tiene a su cargo un alma, una oveja: padres y madres de familia, maestros y profesores, dirigentes políticos, militares, sacerdotes y religiosos…
Para ello me serviré de una imagen…
Cuánta niebla suele haber en estos tiempos de cambio de estación…
Niebla espesa, sucia, pegajosa…, silenciosa, impalpable, emboscada, hipócrita…
Niebla que paraliza la vida…, como un somnífero…, como un veneno lento y letal…
La niebla no vibra, no sacude; no es una pasión violenta, arrebatadora; no es una manifestación de vida, aunque más no sea trágica… Es un silencio, una cosa gris, una negación, una nada sin nervio…, una indeterminación; ni luz, ni tiniebla… ni cielo sereno, ni tempestad… sólo tedio y hastío…
Es terrible, precisamente, por esta misma falta de fuerza, por esa falta de sólida resistencia.
Incluso la misma luz se enturbia y se vuelve pastosa en la refracción… La luz deslumbra en la niebla, pero no ilumina; y se agrupa en un halo mortecino y triste…
Solamente el sonido traspasa y vence la niebla…
Por eso, cuando hay niebla, se tocan durante largo rato las campanas, sea en el mar, sea en la montaña, sea en el valle, sea en el bosque…
El sonido se difunde como un anuncio de vida, escondida pero real…, presencia de vida en medio de una muerte aparente y transitoria que todo lo invade.
El repique de las campanas orienta a los extraviados en aquella lechosa ceguera. No se ve nada…, pero se siente que la realidad y la vida existen.
Si las campanas callaran, el miedo y el extravío podrían convertir esa muerte aparente en real; el precipicio y el choque se esconden amenazadores en la niebla…
¡Cuánta niebla en estos tiempos de cambio de estación!
Se presenta como un signo y un símbolo externo de una tremenda niebla moral, de un cambio espiritual, en las inteligencias y las voluntades…
Niebla moral que nos envuelve, mientras se enfría la caridad y la apostasía universal congela la sociedad moderna…
No debemos temer tanto la violenta tempestad, la abierta persecución que derrumba los altares y las iglesias… hemos de temer más la niebla y la confusión que enceguece y conduce al precipicio…
Debemos temer esa mezcla de Cristianismo y paganismo… ese Credo en los labios con la incredulidad en la mente… ese Credo en las mentes con la sensualidad en el corazón… ese Cristianismo en las fórmulas con el materialismo en la vida…
Temer este monstruoso, repugnante connubio…, adulterio entre Cristo y Luzbel…, entre catolicismo profesado en los censos y ateísmo proclamado en la práctica cotidiana, individual, familiar y social…
Temer esta desorientación de ideas… este querer y poder ser simultáneamente católicos y laicistas, católicos y oportunistas, practicantes y liberales…
Temer ese desenvuelto, pacífico, tranquilo tránsito de la iglesia al cine insulso, cuando no vulgar, grosero… de la Misa al baile… cuando no del baile a la Misa…, del Rosario a la televisión… de la Comunión al espíritu mundano…
Temer esta indiferencia, este tedio, este hastío que vacía los espíritus y diezma las filas católicas contrarrevolucionarias…
No tenemos apóstoles… no tenemos mártires… no tenemos santos… Todo es tibio, turbio, sucio, pegajoso, somnoliento… ¡Como la niebla!
Un hastío, un cansancio, una inacción… un Cristianismo de bostezos y de pasatiempo, de salón y de superficialidad… un Catolicismo de irresponsabilidad…
Contra esta niebla nada vale…, ni la luz horrible de dos guerras mundiales, ni las llamas guerrilleras encendidas por la revolución bolchevique, ni los resplandores de guerras y rumores de guerras…, como tampoco el preanuncio de un incendio mucho peor…
Después de un breve esclarecimiento, vuelve a echarse encima…, lenta, tenaz, espesa, invulnerable, la neblina de un Cristianismo bastardo, inerte e ineficaz…
¡Nada valió! y ¡nada vale!… No valen la persecución marxista y los martirios de Rusia…, las traiciones vaticanas y las cobardías argentinas…
Sentimos que el Cristianismo agoniza junto a nosotros… y seguimos jugando…
En la hora de los martirios, solemos vivir indiferentes y alegres…
No debemos temer un Cristianismo perseguido, ensangrentado…, porque los mártires renacen multiplicados… Nos debe dar miedo, ¡sí!, un Cristianismo sepultado en la niebla… un Catolicismo que se pudre en el lodo…
¡Qué silencio tan amenazador en el que se han sumergido tantos sectores de la sociedad!… signo de una fe vacía, exterior, desviada…
Este es el panorama de nuestro Occidente, otrora cristiano… de nuestras sociedades gobernadas por falsos pastores, civiles y religiosos.
Este es el cuadro patológico de la Cristiandad agonizante, mientras las banderas rojas flamean allí donde antes se levantaban cristianas cruces.
Esta es la descripción de la Iglesia actual que, renunciando a su mensaje y misión divinos, predica el culto del hombre y la religión universal masónica.
Este es el estado de los hogares modernos que, conculcando las leyes santas del matrimonio, se precipitan en el control de la natalidad, cuando no en el onanismo, el aborto, la infidelidad, el divorcio.
Esta es la situación de los dirigentes políticos que, no queriendo pastorear en nombre de Dios y respetando sus santas leyes, lo hacen en nombre del pueblo y en contra del Dios tres veces Santo…
Este es el estado de las Fuerzas Armadas que, renunciando a poner la espada al servicio de la Cruz y en lugar de señalar como objetivo defender los supremos valores de la religión y de la virtud, siguen los dictámenes foráneos para caer en el libertinaje, el dinero y el sexo…
¡Qué silencio!… ¡Qué angustiante silencio en medio de la niebla de nuestros días!
¡Qué necesidad tenemos de pastores!
¡Cómo necesitamos campanas que orienten!
Estamos desorientados… Emprendemos muchos caminos… Seguimos mil pistas… Escuchamos millones de sonidos, que contrastan, pero no orientan…
No sabemos ya ni dónde andamos, ni qué queremos. La niebla y la bruma que la Revolución han sembrado no nos dejan ver… Estamos confundidos…, desorientados…, perdidos… camino al precipicio…
Pero…, por misericordia de Dios…, entre la niebla repican aún algunas campanas…
Campanas que amonestan…, que exhortan…, que advierten…, que indican…
Campanas que confortan…, que animan y dan esperanza…
Tañer de vida, de orientación, de llamamiento, de alarma, de reacción…
Sonido neto, inconfundible…, idéntico a través del tiempo y del espacio…
Es el sonido del Catolicismo, de la gran campana de la Cristiandad, del espíritu Cristiano hecho vida y encarnado…, de la religión practicada por sacerdotes, religiosos y religiosas, por jóvenes y ancianos, en la escuela y en el hogar, en la política y en la milicia, en la educación y en el trabajo, en las artes y en la economía…
¡Sí! En medio de la niebla de la sociedad postmoderna, se oye aún el tañer de cristianas campanas…
Los católicos fieles, y especialmente los servidores de Nuestra Señora, tienen una misión muy especial en estos días de apostasía… Están llamados custodiar y a restablecer, en la medida de lo posible, los principios eternos de Dios…
Ellos deben guardar ese patrimonio heredado de la tradición bi-milenaria…
Deben salvaguardar el sacerdocio católico, el hogar católico, la escuela católica, la universidad católica, la política católica, la milicia católica, las artes católicas… en una palabra, mantener a su alrededor el Reino de Dios, anhelando el Advenimiento de Jesús para la restauración definitiva de todas las cosas en Cristo y por Cristo…
En medio de la niebla revolucionaria anticristiana…, sumergida la sociedad postmoderna en esa bruma traidora, enceguecido el hombre contemporáneo por la nube densa de la apostasía corrupta y corruptora… el sonido y el tañer de campanas católicas constituye un punto de referencia y una esperanza…
Todo no está muerto…, todo no está terminado…, todo no está traicionado y entregado… Existe una Contra-Revolución…
¡Campanas católicas que se echen al vuelo para orientar los pobres rebaños!
¡Campanas que llamen al buen sendero y orienten al verdadero camino!
¡Qué necesidad tenemos de sacerdotes y religiosos enamorados de la gloria de Dios y la salvación de las almas!
¡Cuánto necesitamos de padres y madres concientes de su noble vocación de engendrar hijos y educarlos para el cielo!
¡Qué falta nos hacen jóvenes y chicas puros en sus almas, valientes y esforzadas para decir no al mundo traicionero y seguir a Cristo, único camino!
¡Cuánta necesidad de santos dirigentes, que imitando a San Luís y San Fernando, hagan de su misión política un apostolado!
¡Necesitamos maestros católicos!
¡Cómo escasean los santos militares! ¡No precisamos héroes…, sino santos, que empuñen la espada para restablecer las cruces derribadas!…
¡Si! Necesitamos urgentemente esos buenos pastores… esas campanas… Porque la niebla se hace cada vez más densa y cae la noche… Porque la Revolución es cada día más fuerte… Porque la apostasía avanza y la traición acecha…
¡Campanas al vuelo!…, porque los lobos han entrado en el rebaño.
¡Campanas a tañer!…, porque la herejía se desliza entre el pueblo.
¡Campanas a sonar!…, porque el materialismo corrompe las mentes y los corazones.
¡Campanas a tocar!…, porque los hogares se corrompen con las ideas nuevas.
¡Campanas a repique!…, porque los jóvenes se pudren en los boliches, festivales o simplemente en sus casas ante la televisión y la computadora.
¡Campanas a rebato!…, porque la política se envenena de más en más con los falsos dogmas de la soberanía popular y la partidocracia.
¡Campanas a redoble!…, porque la niebla se espesa, la tempestad avanza, la persecución nos asedia y no estamos preparados ni por la fe en la mente ni por la caridad en el corazón.
¡Campanas a vuelo!…, porque faltan pastores, faltan sacerdotes…, las vocaciones defeccionan…, los seminarios quedan vacíos…
¡Campanas a tocar!…, porque escasean los padres y madres católicos…, los dirigentes plenamente cristianos…
¡Campanas a tañer!…, para que se ruegue, se implore al Señor:
¡Señor!, envíanos tus pastores… danos tus testigos… tus sacerdotes…
¡Señor!, danos tus pastores en los hogares, en las escuelas, en los talleres y fábricas, en los cuarteles y en las clases dirigentes…
¡Señor!, envíanos tus pastores; muchos… puros, celosos, santos…
Y Tú, ¡Virgen Santísima!… ¡Divina Pastora!…, acelera el triunfo de tu Corazón Inmaculado y prepara la implantación del Reino de tu Divino Hijo…