“EL GRAN BANQUETE
DE LA NATURALEZA”
O
“EL CONVITE DE LA SABIDURIA”
DE LA NATURALEZA”
O
“EL CONVITE DE LA SABIDURIA”
(Notas para el sermón del sexto domingo de Pentecostés,
tomadas de diversas obras del R.P. Castellani;
ver también Cuaderno N°1 en homenaje
al R.P. Sánchez Abelenda: El Opus Dei:
¿un fariseísmo, un saduceísmo, un herodianismo?)
tomadas de diversas obras del R.P. Castellani;
ver también Cuaderno N°1 en homenaje
al R.P. Sánchez Abelenda: El Opus Dei:
¿un fariseísmo, un saduceísmo, un herodianismo?)
Después de la segunda multiplicación de los panes, Nuestro Señor Jesucristo está en la barca con sus discípulos, y les previene se guarden del fermento phariseorum et sadducaerum et Herodis.
Los fariseos habían rechazado el milagro de Cristo y exigido temerariamente que hiciera otro milagro mayor, un signo del cielo, un signo que demostrase que Él era el Mesías esperado, conforme a su mentalidad farisaica, judaica...
Los Apóstoles no entendieron, y pensaron que hablando del fermento de los fariseos, saduceos y herodianos, los reprendía porque habían olvidado de proveerse de pan. Entonces, Cristo los reprende en serio, recordándoles la Providencia de Dios y las dos multiplicaciones de panes.
Con estas palabras Cristo quiso recomendar en su Iglesia los “medios pobres” frente a los “medios ricos”; y que eso significan las “cifras” que recordó:
7 panes - 4.000 hombres - 7 canastos
5 panes - 5.000 hombres - 12 canastos
Es decir, que con menos panes Cristo alimentó a más gente y sobraron más panes; con más panes, Cristo alimentó a menos gente y sobraron menos panes: ¡en proporción inversa!
Esto concuerda con lo que dice San Pablo dos o tres veces: que Dios para hacer sus hechos prefiere lo menos a lo más. Dios eligió lo débil de este mundo para confundir a lo fuerte.
Los “medios ricos” son las riquezas, el renombre, el poder, la propaganda, la política.
Los “medios pobres” son la fe, la oración, la penitencia.
Ahora bien, a la Iglesia le ha ido mejor cuando se hizo fuerte con los medios pobres; y cuando se ha prevalido de los medios ricos le ha ido como a David con la armadura de Saúl; que no podía ni moverse hasta que bruscamente se desnudó de ella, agarró su honda y cinco piedras del arroyo, y le plantó una en la frente al gigante.
Esto no quiere decir que cuando tengamos legítimamente medios ricos no los debamos usar; quiere decir que han de usarse con recelo, con temblor, con humildad, para no atribuirnos vanamente a nosotros el resultado, que en el orden religioso es sólo de Dios.
Hay que entender bien la función de los “medios ricos” y los “medios pobres” en manos de la Iglesia: Dios ama los medios o instrumentos pobres, para que el hombre no se alce con la gloria, que es de Dios.
Cuando la Iglesia está en posesión de instrumentos ricos o quiere trabajar con ellos (el poder, la influencia, el renombre, la astucia política, la diplomacia, los ejércitos, los nombres ilustres y, en fin, ese útil de útiles que es el dinero) queda herida de esterilidad, o al menos de sequía; tanto que a veces permite Dios que violentamente se los arrebaten o anulen.
Esas son las armas del mundo, y la Iglesia, tentada de mundanidad, se enreda con ellas o se lastima, como David con la armadura de Saúl.
* * - * *
La técnica es propia del hombre. Pero la técnica moderna, que en 150 años ha hecho más inventos que en los 5.000 años anteriores, viene de la aplicación de las Matemáticas a la Física en orden, no al saber, sino al poder, es decir, es el triunfo de la voluntad sobre el intelecto, el aservimiento del intelecto a la voluntad de dominio.
El voluntarismo es contra la natura ordenada, pero por desgracia es conforme a la natura caída: Caín es el primer voluntarista, el primer cultor de la voluntad de poder. Él y sus hijos Tubal y Tubalcaín inventaron la técnica; Nemrod fundó la primera ciudad amurallada; la torre de Babel fue el primer acto de culto tecnolátrico.
El voluntarismo domina la época, empapa toda la Filosofía Moderna y desde allí reina en toda la práctica, desde la técnica hasta la religión: los que mandan hoy día no son los contemplativos sino los prácticos; no los sabios, sino los expertos y astutos; no los más inteligentes, sino los más briosos y dominadores.
La herejía voluntarista nació en la Cristiandad Occidental en los siglos XVI y XVII. Lutero es voluntarista.
Ahora bien, si domina la voluntad, entonces el hombre no es más que el animal (cuyo conocimiento está determinado a la acción, a la acción presente) y la religión es una cuestión de sentimiento, no de verdad ni de error.
Veamos las consecuencias extremas del voluntarismo moderno:
1°- la voluntad de producir a todo costo, antes de ordenar la producción al consumo, el medio al fin: de donde el hombre viene a quedar subordinado a la producción, el hombre es para la producción = el Capitalismo.
2°- la voluntad de planificar para aumentar la producción; que, sin la moderación de la sabiduría, viene a subordinar el hombre al plan en forma férrea y no flexible.
3°- la voluntad de dominar férreamente una nación a otra = los mercados
4°- la voluntad de hacer dinero sin límites = el lucro para aumentar el capital = cuanto más capital más dominio, más producción, más lucro.
5°- la voluntad de destruir la producción para hacer dinero, sea volcando el vino y quemando el maíz, sea por esas grandes destrucciones colectivas que son las guerras.
6°- la voluntad de destruir el dinero para hacer producción = el monopolio arbitrario del dinero, la inflación, la deflación.
7°- la voluntad de destruir y destruirse, que es diabólica; o sea el suicidio.
* * - * *
¿Por qué pues el hombre se entrega de esta manera absoluta y cuasi religiosa a la técnica?
¡Ah!, es que hay aquí también una raíz religiosa = conquistar la tierra es una misión del hombre. Dios puso al hombre en el Jardín del Edén para que lo conquistase con un trabajo suave y humano, y después toda la tierra, que producía ya entonces abrojos y espinas, y la volviese Jardín del Edén.
El hombre abandonó su primera relación, la relación con Dios, para entregarse con furia a su segunda relación, la relación con la tierra y prefirió hacer la torre de Babel. Y lo que él prefirió no le fue negado.
Está a la vista la torre de Babel; creo que en estos días están por terminarla…
Todo deriva de las ideas; porque lo primero que deriva de las ideas son los ideales, y los ideales gobiernan la marcha del hombre.
Pero, la herejía de la acción sin freno, la del voluntarismo, consiste en caminar mucho y pensar poco.
Como ejemplo actual, tenemos las consecuencias de lo que publicó en 1798 el Pastor Protestante inglés Thomas Malthus, su “Ensayo sobre el Principio de la Población”. Allí afirmaba que la población tiende a aumentar en proporción geométrica, mientras que la producción de alimentos avanza en proporción aritmética.
La consecuencia salta a la vista: se impone la limitación de los nacimientos = “El hombre que nace en un mundo ya ocupado no tiene derecho alguno a reclamar una parte cualquiera de alimentación y está de más en el mundo. En el gran banquete de la naturaleza no hay cubierto para él. La naturaleza le exige que se vaya, y no tardará en ejecutar ella misma tal orden”.
Esta dureza de corazón es diametralmente opuesta a la actitud evangélica hacia los pobres, débiles y sufrientes, a quienes Cristo manda cuidar. Pero no cuidar de cualquier manera.
El Estado también puede cuidar viejitos o cuidar leprosos, esos desechos humanos; darles de comer para prolongarles unos años de miseria, sería una obra humana pero no sería una obra divina.
* * - * *
Cristo tiene preferencia por los enfermos, por los pecadores, por los débiles, por los pobres.
¿Por qué?
¿Amaba Cristo la fealdad, el dolor, la privación, lo que está torcido o roto por sí mismo?
¡No! Cristo es el Creador; y el Creador ama la belleza, la salud, el bien, la armonía, la riqueza, la felicidad.
Todas las cosas buenas que hay en la tierra salieron de Dios.
Cristo ama al enfermo, al ignorante, al pobre, a pesar de sus miserias y para sacarlo de ellas.
Pero si en lugar de tender la mano al desvalido, ahora el fuerte y el astuto procuran exprimirlo o aplastarlo, ello se debe a una mutación ética, y en definitiva, religiosa.
Esta es la Economía protestante, fruto de un profundo cambio en la concepción del hombre y de Dios mismo.
La imagen inmortal e indestructible del Creador ya no es reconocida en la creatura porque el Protestantismo cambió a Dios Padre y Providente por el Dios de la Fatalidad del Paganismo y del Islam. El Protestantismo sustituyó la Providencia por la Fatalidad.
Si bien es cierto que el camino del hombre en la tierra está determinado (un poco, a medias, dos tercios o casi todo) por el determinismo geográfico, la raza, la herencia, la familia, la región, la nación, las circunstancias históricas, el temperamento, los hechos pasados de cada uno, su ambiente o entorno; sin embargo, todo lo que está próximo a Dios excede el orden de la Fatalidad.
De donde cuanto más se aleja uno de la Deidad, más se liga a los lazos del azar; y viceversa.
La sustitución de la Providencia por la Fatalidad significa la “Muerte de Dios” y también la “Muerte del Hombre”, porque el sometimiento total de la vida humana al influjo de las creaturas hace que la libertad humana se quiebre bajo la presión de las circunstancias.
¿Por qué? Porque el carácter favorable o adverso de las circunstancias permite discernir en cada caso si una persona se dirige a la Salvación o a su eterna Perdición. Y para el hombre moderno el signo clarísimo de la buena estrella es el éxito en esta vida, éxito que habitualmente da el Dinero.
El Protestantismo convirtió la Pobreza en el pecado imperdonable, sin remisión en esta vida ni en la otra, porque ella es la señal de cuantos han nacido con mala estrella, de aquéllos a quienes la Fatalidad ha puesto en el infinito número de los “perdedores”.
El pobre es visto entonces como un factor de contaminación ambiental al que es conveniente eliminar, o por lo menos, tener cortito, haciéndolo trabajar como negro… y en negro…
La horrible teología de Calvino, que es la única Teología coherente que produjo el Protestantismo, concibe la predestinación y la reprobación como algo que está, no en la mente divina, fuera del orden temporal, en lo eterno, sino en la naturaleza de los individuos.
Por lo tanto, respecto a los que se han de salvar, ese algo viene a ser en fin de cuentas la prosperidad en esta vida, la prosperidad material… En los países anglosajones la pobreza se ha vuelto de hecho un crimen teológico.
La reintroducción del Demonio pagano de la Fatalidad llevada a cabo por el Protestantismo no es casual: en efecto, el Destino justifica la dedicación humana a las cosas de este mundo; puesto que la salvación no pasa por las obras, sino por la Fe en una arbitraria decisión divina, la actividad humana se desvía ahora hacia los bienes de la tierra y conduce a la apoteosis del trabajo, cuyo fin último es la instalación del hombre en el mundo.
La economía burguesa supone una mentalidad nominalista-voluntarista, que inspiró a la Revolución Protestante y a su perversa teología.
La doctrina malthusiana es expresión cabal de la “ciencia burguesa”, necesariamente relativista, porque su espuela no es el hambre de Verdad sino la voluntad de Poder sobre las cosas y las personas.
El burgués es al mismo tiempo hermético a la Verdad y cerebral en sus procedimientos para reducir al hombre a mero dato estadístico. Y al aborrecer la Verdad pierde la realidad: el egoísmo desvía brutalmente su inteligencia de las cosas del mundo, obra de Dios, y la lanza hacia entidades ideales, que nada significan divorciadas del hombre concreto: el mercado, la oferta y la demanda, la línea ascendente de un gráfico o registros en un archivo electrónico...
En la raíz del genocidio mundial que los usureros hoy llevan a cabo con pretextos científicos hay algo mucho más perverso que la decisión de excluir del “Gran Banquete de la Naturaleza” a cuantos no forman parte del Primer Mundo: está el odio a la Luz, y la pretensión de sustituir su claridad por el brillo del Oro.
Y al margen de la Verdad el hombre no sólo pierde la Libertad sino también la Vida.
La Sabiduría divina, el Verbo de Dios, por el contrario, invita a todos a su Banquete.
Nadie es excluido…
Más aún: hay una sorprendente predilección por la “escoria”: Haz entrar aquí a los pobres y lisiados y ciegos y cojos… Y oblígalos a entrar hasta que se llene mi casa.
Pero, cuantos no aceptan ser liberados por la Verdad y hacen oídos sordos a su convite caen en la ruina que el Evangelio vaticina a los rebeldes.
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¡Guardaos del fermentum phariseorum!
¡No exijáis signos del Cielo!, signos que demuestren que Jesús es el Mesías esperado, conforme a la mentalidad farisaica, judaica...
¡Esperad y pedid su Segunda Venida!...
¡Preparaos para el Banquete eterno de la Sabiduría!