domingo, 13 de marzo de 2011

Primero de Cuaresma


PRIMER DOMINGO DE CUARESMA


San Mateo y San Lucas nos narran que

Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. Y después de hacer un ayuno de cuarenta días y cuarenta noches, al fin sintió hambre.

Y acercándose el tentador, le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes.»
Mas él respondió: «Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.»
Entonces el diablo le lleva consigo a la Ciudad Santa, le pone sobre el pináculo del Templo, y le dice: «Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: A sus Ángeles te encomendará, y en sus manos te llevarán, para que no tropiece tu pie en piedra alguna.»
Jesús le dijo: «También está escrito: No tentarás al Señor tu Dios.»
Todavía le lleva consigo el diablo a un monte muy alto, le muestra todos los reinos del mundo y su gloria, y le dice: «Te daré todo el poder y la gloria de estos reinos, porque a mí me ha sido entregada, y se la doy a quien quiero. Si, pues, me adoras, toda será tuya.»
Dícele entonces Jesús: «Apártate, Satanás, porque está escrito: Al Señor tu Dios adorarás, y sólo a Él darás culto.»
Acabada toda tentación, el diablo se alejó de él hasta un tiempo oportuno.
Y he aquí que se acercaron unos Ángeles y lo servían.


El año pasado, al comentar este pasaje del Evangelio, llamé la atención sobre el mesianismo del diablo, el falso mesianismo; ese movimiento de reunión universal y fraternización de los hombres en la felicidad perfecta.

Y expliqué porqué él es una seducción judaizante, una fascinación de judaizar.

Dadas las circunstancias que se han acumulado durante el año transcurrido, y más particularmente las de los últimos dos meses, sería fácil y sencillo volver sobre este tema, y entusiasmar a los lectores.

Pero ya está dicho. Quien no lo haya leído, puede encontrarlo en el siguiente lugar:

http://radiocristiandad.wordpress.com/2010/02/20/padre-ceriani-sermondominica-1-de-cuaresma/

En cambio, me ha parecido mucho más oportuno y necesario proporcionar material para una meditación profunda, que nos introduzca fructuosamente en la Santa Cuaresma.

Para eso me he servido del hermoso libro de Plinio Salgado: Vida de Jesús.

Sin mayores dilaciones, comencemos nuestra contemplación:

Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. Buscaba Jesús el silencio, donde el Bien y el Mal hablan al corazón de los hombres.

El silencio, donde el hombre se encara a sí mismo, frente a frente, como en un espejo mágico, y donde todas las voces interiores se alzan, para los debates supremos, en tempestuosos torbellinos.
¿Qué ocurre entre Jesús y el desierto? ¿Entre Jesús y el silencio? ¿Entre Jesús y el cielo azul profundo, fulgurando en los ponientes de fuego y en las auroras incendiadas, en la llama azul tranquila del mediodía y en la apoteosis sideral de la noche?

¿Qué pasa entre Jesús y el Padre? ¿Entre Jesús y el Espíritu? ¿Entre Jesús y Jesús?

¿Hasta qué punto alcanzan las meditaciones del Hombre? ¿Hasta qué punto las contemplaciones del Dios-Hombre? ¿Dónde termina Jesús de Nazareth y dónde comienza el Verbo, el Cristo? ¿Qué pensamientos humanos pueblan su alma y qué pensamientos divinos resplandecen en la esencia misteriosa de su Ser?

Jesús se agranda en el desierto. Lejos están Nazareth y su vida doméstica; el banco de carpintero y el dulce mirar de su Madre.

La misión humana circunscrita a la vida privada ha terminado. Para servir a Dios, sirviendo a los hombres, es preciso abandonar todos los lazos esclavizadores de la vida vulgar.

Jesús, ahora va a iniciar su vida pública; y la vida pública exige el sacrificio de no construir en terreno firme los castillos de nuestra felicidad material.

La ética del hombre público consiste en edificar sobre roca viva las construcciones para la Humanidad, edificando sobre arena movediza las construcciones de su comodidad particular.

El espíritu público puede definirse como una firmeza de propósitos de orden social, dentro de una incertidumbre de propósitos de orden personal.

No se trata de un repudio formal a condiciones de felicidad eventuales en la vida privada, sino de un desapego de esa felicidad, si ella perjudicase los altos designios trazados por el Espíritu.

Iniciado el ministerio público, Jesús se desliga de todos los compromisos. Su hogar son todos los hogares; su lecho se encontrará donde le lleve su evangelización. No le interesan los bienes terrenos, sino los corazones que conquistará para renovar la faz de la tierra.

Y esto no quiere decir un repudio, una condenación in limine a todas las cosas buenas y agradables que Dios ofrece a los hombres, porque ellas no constituyen, por sí mismas, un pecado.

Lo esencial es superar lo efímero, y no perder de vista lo Infinito mantener el sentido de las armonías eternas…


Sobre el desierto de la Perea resplandeció la Trinidad… Pero el Mal también estaba allí, en el amplio silencio de los altiplanos resecos. Y, al término de cuarenta días, cuando debido al ayuno y a los arrebatos del Espíritu en Jesús se encontraba exhausto lo que en él había de humano, el Mal tomó la forma corpórea y le dirigió la palabra.

Hasta este instante, la vida de Jesús había suscitando la aparición de Arcángeles y Ángeles…
Por primera vez, las Tinieblas mandaban a su embajador, el propio Satanás, que hace la entrada en escena sobre la soledad del desierto y el vasto silencio envolvente.

Satanás sabe, desde el día de su rebelión contra el Creador, que habrá un instante de los tiempos, en el cual se realizará la alianza definitiva entre Dios y el Hombre. Este concierto entre lo Divino y lo Humano se firmará, cuando el Verbo se encarne, cuando la arcilla de la carne se ilumine de Infinito.

Sabe, pero quiere cerciorarse. Y por esto, presintiendo que Jesús desfallece de hambre, atácale por ese lado, porque en todos los tiempos, y como aconteciera a Esaú ante el plato de lentejas, el hombre se degrada bajo la angustia de las necesidades animales.

Jesús tiene hambre. Hace cuarenta días que se entrega al ayuno y a la contemplación, en este diálogo misterioso cuyos términos para siempre habremos de ignorar.

Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes.

Jesús comprende el designio de Satanás, deseoso de que el primer milagro del Cristo fuese en su propio provecho, saciando el hambre y satisfaciendo el orgullo…
Por eso le responde: Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

Y esta es la primera frase del ministerio de Jesús; la primera doctrina; el esquema de la misión del Mesías…

Primera frase, que será desarrollada más tarde por aquella de la más hermosa de sus parábolas: Buscad el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás os será dado por añadidura

Primera lección, que será perfeccionada un día en el Pretorio por aquella otra: Mi reino no es de este mundo

Esta frase marca el sentido de los tiempos nuevos; y constituye la fuente de nuestra reforma interior, el milagro de nuestro segundo nacimiento.

En contraposición a la fórmula cristiana de la primacía del Espíritu sobre las contingencias de la materia, se levanta el Egoísmo, con las caras diabólicas de la ambición, la avaricia, la envidia, el latrocinio, la gula.

Un día, Satanás fundará el edificio de una economía-colectivista, engendrando el Anti-Hombre, expresado en la figura del “homo economicus”.

Al soplo de los vientos infernales, el Tentador suscitará y desarrollará a la faz del mundo el Capitalismo pantagruélico y simulará erguir contra el monstruo un dragón más cruel que él mismo: el Comunismo, destructor de la Unidad Humana.

Fraternizará, fundirá secretamente a los contendores, porque son las dos caras del mismo rostro.
Lanzará naciones contra naciones, hombres contra hombres, provocará el incendio de las guerras. Establecerá la confusión, a tal punto que nadie más sabrá donde se encuentra la luz de la verdadera Justicia. La violencia generará la violencia y los odios se multiplicarán en odios.

No lo vislumbró Plinio Salgado, pero un día Satanás ofrecería, como solución a ese mismo odio engendrado por él, la paz de Asís, una paz civil, diabólico fruto de la convocatoria de todas las religiones por uno de los precursores del Falso Profeta…

Por ahora, en el silencio del desierto, Satanás retrocede, como retrocederá en todos los siglos, cuando resuenen las frases cristianas, genuinamente pacificadoras de los corazones: no sólo de pan vive el hombreBuscad el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás os será dado por añadiduraMi reino no es de este mundo


Satanás retrocede…, mas no desiste de la batalla. El Espíritu de las Tinieblas es fértil y conoce la naturaleza humana. Imagina otra perfidia. Intenta herir a Jesús en la segunda debilidad humana: la vanidad.

La vanidad es más fuerte que el hambre y que el interés material inmediato. Quien no se rinde por las vísceras, puede rendirse por el orgullo.
El hombre resiste, a veces, a una dolorosa sensación fisiológica, mas cede a una seducción psicológica…

Satanás va a atacar a Jesús por el espíritu. Ninguna atracción espiritual es más fuerte que la vanidad.

Transporta, pues, a Jesús, a la Ciudad Santa, y le lleva sobre el pináculo del Templo.
Jesús ve, abajo, el atrio de los judíos, cercado de columnas; el patio de los gentiles, amplio y reluciente al sol; lejos, la ciudad, con sus murallas, sus torres y palacios.

Si tú eres el Hijo de Dios —dice el Tentador— lánzate desde aquí, porque está escrito que a sus Ángeles Dios dará órdenes a tu respecto, de suerte que no te hieras en alguna piedra

Difícilmente un hombre escapa a esta celada. Casi siempre el espíritu del Mal la oculta tras la palabra que sale de la boca de los amigos, de los admiradores…: “Si fueses fuerte, harías esto o aquello”…, “Si fueses inteligente, como dicen, resolverías de tal forma”…, “Si tuvieses poder, no te sujetarías a tales o cuales cosas”…, “Demuestra que no eres vulgar”…

Estas u otras semejantes son las frases que ciegan a los hombree deseosos de aparecer de un modo superior y diferente a los ojos del mundo.
Todos los errores políticos o domésticos, todos los desastres de la vida civil, militar o religiosa, todas las locuras y todas las catástrofes nacen de esta fuerza.

Los hombres se olvidan que su fuerza reside más en la resistencia a las insinuaciones, que en las decisiones espectaculares y en los impulsos ruinosos.

Resistir a semejante tentación es estar muy próximo de Dios.
Porque el camino de Dios es la humildad y sólo ésta realiza el estupendo milagro de las fortalezas perfectas.

En el caso de Jesús, Satanás se encuentra delante del mismo poder del Altísimo. Por esto, Jesús le mira serenamente y le responde: También está escrito: no tentarás al Señor tu Dios.


Segundo revés, mas Satanás no se da por vencido. Atacará a Jesús por la flaqueza de la ambición, que encierra la flaqueza del orgullo y todas las debilidades materiales.

Nuevamente Jesús es transportado; ahora a un alto monte, probablemente uno de los de la cadena de Galaad, que se erigen como cariátides, sustentando los altiplanos sobre el valle del Jordán y el espejo oscuro del Mar Muerto.

Desde allí Moisés contempló la Tierra Prometida. Desde allí se distinguen los cerros de Efraím con la cúpula azul del Garizim. Ábrese la blanca toalla del desierto. Extiéndese la ondulación lejana de las montañas de Judá. Al sur está el país de Moab: las tierras altas y ásperas, el peñascal, donde se yerguen las torres de Masquerus. Al norte, extiéndense las planicies de la Hauranitide, de la Batanea, como un escabel a los pies de las cumbres de Hauram. Y, lejos de aquellas serranías, donde blanquean ciudades, más allá de los horizontes que se diafanizan, mezclándose con los cielos, ábrese el mar, inundado de galeras y trirremes que surcan las ondas, conduciendo hacia todos los reinos de la tierra…

Satanás muestra a Jesús la grandeza y la opulencia del mundo. El mundo es un esplendor; el espectáculo magnífico de la abundancia, de la fuerza y de la belleza.
Todo canta la gloria del hombre en la alegría dionisíaca de la tierra… Satanás extiende el brazo y apunta a los horizontes…

El Tentador se trueca, en este momento, con el Moloc fenicio, con el Baal de los asirlos, con los dioses conquistadores y comerciantes, que dilatan los dominios de los imperios y multiplican las riquezas de los pueblos…

Es la seducción de la fuerza, del oro, de la voluptuosidad, del orgullo y de la divinización del hombre…

Aquel que amare más la tierra que el Cielo, o que soñare en la gloria de los reinados efímeros, deberá doblar las rodillas ante la potestad de las Tinieblas, consumiéndose en la llama votiva de la ambición ilimitada…

Satanás dará a sus vasallos las llaves del poder sobre los pueblos

Estas llaves tienen nombre: ingratitud, mentira, traición, crueldad, cinismo…

Con ellas se abren todas las puertas a los dominadores del mundo…

Engañar; mistificar a las turbas; prometer y no cumplir; pagar el bien y las honras recibidas con todo el mal posible; no trepidar ante el asesinato y la masacre; sonreír socarronamente o llorar cínicamente; no tomar en cuenta ninguna razón moral; despreciar a los sinceros y servirse de los pérfidos; dividir para gobernar, y gobernar para dividir; engañar, mentir, matar…

Todas estas reglas serían un día comprendidas y teorizadas por hombres doctos, que se llamarían Maquiavelo o Nietszche; y practicadas por otros llamados Borgia, Fouché, Talleyrand, Lenín, Ratzinger, Fellay…

Jesús contempla los panoramas de serranías y valles, ríos y lagos, desiertos y mares, con ciudades, navíos, ejércitos, caravanas, multitudes hablando todos los idiomas y, por encima de todo, el gran cielo azul y translúcido, que se entreabre hasta el infinito en transparencias imponderables.

Todo lo que se extiende bajo el cielo pertenece al Arcángel del Mal… el Príncipe de este Mundo…

Mira —dice Satanás— a tus pies, extendido, como en una apoteosis, el esplendor de todos los reinos de la tierra

Vienen, del fondo del Asia, las caravanas, transportando el oro y el diamante, la esmeralda y el rubí, mil perfumes sutiles, y los marfiles, y las irisadas perlas...
Suben del Egipto los delicados linos; de Damasco y de Tiro, salen las delicadas lanas; de Siquem y de Chipre, de la Lesbia y de la Sicilia, los vinos embriagadores; de la ilustre Acaya, los mármoles sagrados y las mujeres espléndidas...
Marchan, por los caminos, con el estruendo de las máquinas guerreras, relumbrantes las armaduras, millares de legiones, y las preceden, como un trueno sobre la tierra, las tropas de elefantes...
Brillan, en pórfido y alabastro, los peristilos y los atrios de los palacios...

Mira, en aquellas montañas ásperas, el castillo de Herodes; y más allá, a la vera del mar, Cesárea y el palacio de Poncio Pilato; al norte, Tiberíades, Abilene y Heliópolis, fastuosas; y allí, emergiendo del valle del Cedrón, Jerusalén con sus murallas y sus torres…

Todo esto me pertenece, y mucho más todavía

Mira y piensa; y, pensando, resuélvete…
¿Quieres poseer todos esos países, dominar sobre todos los tronos, haciendo tributarios humildes a los soberanos orgullosos?

Piensa: ¿es acaso tu doctrina la que te impide ser rico y poderoso?
Mucho mejor será que impongas tus lecciones sobre el mundo con la espada implacable de la violencia…

¿Qué es el Género Humano? Un montón de flaquezas. Desde el comienzo de los tiempos, conozco esta arcilla y en ella plasmo la sombría estatuaria de los dioses perversos y de monstruos execrables…

¿Qué pretendes hacer con esa arcilla? Písala; ¡deja sobre ella la marca de tus pies!

No hay salvación posible para los hombres; ellos se embriagan de efímero, y entierran, hasta el fondo del espíritu, la espada asesina de los placeres.
Los hombres quieren morir. La voluptuosidad de la muerte los arrebata…
¡Toca a esos míseros rebaños con cayado de hierro!

Te daré todo el poder y la gloria de estos reinos, porque a mí me ha sido entregada, y se la doy a quien quiero. Si, pues, me adoras, toda será tuya

Jesús tiene la mirada fija en el Cielo, en Dios, su Padre...

Lentamente baja sus ojos divinos hacia la tierra, y un infinito amor a los hombres crece en su corazón, y se derrama por todo el mundo.

Él sabe que los hombres sufren bajo la apariencia fastuosa de todo ese esplendor…
Los gemidos del mundo llegan hasta él… El llanto de los humillados, de aquellos a quienes hirieron duras ofensas; la aflicción de los desconsolados; la amargura de los incomprendidos; la angustia de todos los dolores…

¿Qué mayor gloria que servir al Padre, sacrificándose en holocausto por esos reinos del mundo, donde hay más lágrimas que alegrías?

Satanás espera la respuesta en lo alto de la montaña…
Jesús se vuelve hacia él…, y el Tentador recula aterrorizado, escondiendo el rostro, porque el semblante de Jesús tiene ahora una fulguración deslumbradora…

De sus labios divinos salen, violentas como un rayo, estas palabras: ¡Apártate!, Satanás, porque está escrito: Al Señor tu Dios adorarás, y sólo a Él darás culto.

De lo alto de la montaña, Jesús contempla, en éxtasis, los reinos del mundo. En el silencio pesado, el sol fulgura. El cielo, límpido y azul, resplandece. Allá abajo, en el aire trémulo, las ciudades, los valles, las serranías ¡la Humanidad que ha de ser redimida!

Jesús camina lentamente, bajando de la montaña. Camina con paso firme, sin agobiarse. Más que nunca, Él es el Cordero de Dios, que carga los pecados del mundo.

Mas, ¿qué es el peso de todos los pecados de un mundo finito ante la misericordia de un Dios Infinito? ¿Qué es su propia debilidad humana, que siente los rigores del hambre, frente a la fuerza inmortal que Él va a esparcir, como un sembrador, para que germine dentro de la propia arcilla precaria?

Un hombre baja de la montaña… Un Dios marcha en dirección a la tierra…

Mientras tanto, acabada toda tentación, el diablo se alejó de Él hasta un tiempo oportuno

Hasta un tiempo oportuno… Ese momento llegará cuando, por boca de los sacerdotes, escribas y fariseos rabiosamente aullará: Si eres el Hijo de Dios, baja de la Cruz y creeremos en Ti

Y, precisamente, porque es el Hijo de Dios, y porque el Hijo de Dios debía llevar a cabo la redención del mundo, sometiéndose a la voluntad de su Padre, permanecerá sobre la Cruz para oficiar su Sacrificio.

Este Primer Domingo de Cuaresma es el Gran Pórtico que nos conduce ante ese Altar del Sumo y Eterno Sacerdote…