domingo, 29 de julio de 2012

Domingo 9º post Pentecosten


NOVENO DOMINGO
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS


Y cuando llegó cerca, al ver la ciudad, lloró sobre ella, diciendo: ¡Ah si tú reconocieses siquiera en este tu día lo que puede traerte la paz! Mas ahora está encubierto a tus ojos. Porque vendrán días contra ti, en que tus enemigos te cercarán de trincheras, y te pondrán cerco, y te estrecharán por todas partes. Y te derribarán en tierra, y a tus hijos, que están dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra; por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación. Y habiendo entrado en el templo comenzó a echar fuera a todos los que vendían y compraban en él. Diciéndoles: Escrito está: mi casa de oración es. Mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones. Y cada día enseñaba en el templo.


Esta homilía data de 1984. Ya la hemos publicado en Radio Cristiandad.



Como consideramos que es de suma actualidad y no todos la han leído, la exponemos nuevamente.


Cierto día, entre clamores de entusiasmo y vítores de gloria, cuando todos aclamaban a Jesús y nada parecía oponerse a su poder, un jovencito de unos quince años descubrió que el Señor lloraba.
Asombrado por la paradojal escena que presenciaba, no alcanzando a comprender el motivo de la tristeza de Jesús, que sólo él en su sencillez había detectado, preguntó dulcemente al Señor:

Jesús, Maestro, ¿por qué lloras mientras todos te aclaman como Rey?

Admirado de que alguien hubiese advertido su dolor, mientras enjugaba sus lágrimas y se daba un respiro, acariciando los desordenados rizos rubios del joven y ensayando una forzada sonrisa, Jesús le dijo:

Eres muy chico para entenderlo... No creo que valga la pena que intente explicártelo... De todos modos, tu interés y la ternura de tus palabras ya han suavizado en parte mi dolor...

El muchacho, mucho más maduro que lo aparentado por su baja estatura y la realidad de sus quince años, no satisfecho con la respuesta del Señor, exclamó:

¡No creas que no pueda comprenderte! Bien sabes que, por lo general, somos nosotros los que te comprendemos mejor. Es más, los mayores ni se han dado cuenta de que llorabas... He sido el único que reparó en tu llanto y descubrió que un misterio se encierra en tus lágrimas...

E insistió:
¡Explícame el misterio!

Nuestro Señor ponderó la exactitud de la respuesta y celebró la sensatez y profundidad de las palabras. Animado por ellas, y como buscando desahogo en aquella alma pura, aunque sin esperar ser comprendido totalmente, dijo al perspicaz jovencito:

A pesar de esta entrada triunfal en Jerusalén y del recibimiento como hijo de David que el pueblo me hace; no obstante el reconocimiento como Mesías que hoy se me tributa, de aquí a pocos días seré negado, traicionado, abandonado. Este pueblo ha sido engañado por sus dirigentes y, si bien en su inocencia me reconoce como Rey y Mesías, terminará dentro de poco por rechazarme.
El motivo de mi llanto, el dolor que embarga mi corazón y arranca lágrimas a mis ojos es la ceguera de los Jefes religiosos de nuestro pueblo. Ellos han pervertido nuestra religión y encaminan a las pobres ovejas hacia el precipicio. Mira lo que han hecho del Templo: parece una cueva de ladrones... Todo esto será terriblemente castigado. Esta sociedad marcha hacia la autodestrucción. La religión será arrebatada a este pueblo y de esta ciudad no quedará piedra sobre piedra. Por no haber querido recibir la visita de su Dios, se hará de él un pueblo pérfido...

El jovencito, que seguía con atención el discurso del Maestro, con ojos chispeantes, sin demasiada cara de asombro, con aire travieso y demostrando entender el tema, interrumpió al Señor y le dijo:

En verdad, mis maestros me han dicho que algo semejante a lo que dices está anunciado por los Profetas. Comprendo tu dolor; lo que significa el amor no correspondido, tanta solicitud, tanta dedicación, esa elección amorosa y que ahora sea tan mal pagada... Comprendo todo esto y te acompaño en tu pesar, pero, si me permites una reflexión, pienso que debe paliarse con el pensamiento del establecimiento del Reino de Dios que anuncias. La Nueva Alianza reemplazará a la Antigua y serás el fundador de un nuevo movimiento espiritual que perfeccionará la religión de Moisés. Con el tiempo, como Tú enseñas en las parábolas del grano de mostaza y de la levadura, llegará a ser una gran Institución e impregnará todas las actividades humanas... Toda la sociedad se verá influenciada por tu doctrina... Así como esta traición y su castigo están anunciados, del mismo modo los Profetas han visto el surgimiento de una nueva y fecunda religión. Ellos te han profetizado como el fundador de una sociedad perfecta, que debe reemplazar la imperfección de la Sinagoga.

El adolescente interrumpió su monólogo para contemplar el rostro radiante de Jesús y su mirada, brillante, perdida en los siglos venideros...
Tal vez Jesús pensaba en San León Magno, San Benito, San Agustín, San Gregorio Magno, San Gregorio VII, San Francisco, Santo Domingo, San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino.
Quizás el Señor contemplaba los monasterios benedictinos, las cruzadas, las catedrales góticas, los conventos de monjes mendicantes, las universidades medievales, los reyes católicos, las familias cristianas y todas las actividades humanas puestas al abrigo de las alas de la Iglesia y de la sombra de la Cruz.

El joven continuó sin estar seguro de que Jesús lo escuchaba:

Pienso que todo este dolor presente, el mismo llanto de hoy, son como el presagio del triunfo de mañana. Bien lo has dicho Tú mismo: «si el grano de trigo no muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto»... Era necesaria esta purificación para que lo imperfecto llegara a lo perfecto. Tiempo vendrá en que tu Iglesia, la que hoy comienza a gestarse, llegará al esplendor y dominará sobre la sociedad. La filosofía, las artes, la política, el derecho, las ciencias y la educación, toda la vida del hombre estará impregnada de tu doctrina y serás reconocido como único Soberano de esa sociedad...

Nuestro Señor, como volviendo en sí después de su viaje por el tiempo, estaba más y más admirado por la sabiduría, profundidad y cierto profetismo del muchacho. Sin embargo, dejo escapar un gesto de desaliento y la tristeza del principio volvió a ensombrecer su semblante...
Sorprendido nuevamente el muchacho, al mismo tiempo que detectaba otra vez lágrimas en los ojos de Jesús, preguntó sobre la causa de este repentino dolor.
Jesús, recuperando un poco la calma, le explicó:

Todo lo que acabas de decirme es bien cierto. Eso que tú llamas «influenciar todo con mi doctrina» será el fundamento de la Civilización Cristiana, de mi Realeza Social, del triunfo social y público de mi Evangelio, del Cristianismo. La filosofía evangélica gobernará los Estados. La energía propia de mi sabiduría, de mi divina virtud compenetrarán las leyes, las instituciones y las costumbres de los pueblos, impregnando todas las capas sociales y todas las manifestaciones de la vida de las Naciones... Todo eso me consuela y anima en estos momentos para continuar y llegar al término de mi misión, tal como Isaías lo ha profetizado. Bien valen la pena estos dolores de parto para gestar y dar a luz esa futura sociedad... Pero...

La voz de Señor se hizo entrecortada y no pudo continuar. Con mayor asombro aún, su interlocutor insistió sobre el motivo de la tristeza:

No alcanzo a comprender -le dijo- cómo, una vez más, entre gloria y triunfo, puede mezclarse la angustia y el llanto...

Respetando el dolor de Jesús lo interrogó con delicadeza:

¿Qué se esconde detrás de esta reiterada congoja? ¿Por qué esta tristeza cuando hablamos del esplendor de tu Iglesia y de la gloria de esa Civilización por Ella inspirada?

Jesús, seguro ya de hallar comprensión en el jovencito, le expresó el motivo de su quebranto:

Toda esa gloria irá, poco a poco, oscureciéndose. Esa sociedad, esa Civilización Cristiana, por una serie de golpes mortíferos, se irá destruyendo. El enemigo irá sembrando ideas y costumbres revolucionarias y, golpe tras golpe, una doctrina corrosiva irá reemplazando mi Evangelio y mi Moral de las diferentes partes de la sociedad y de las Instituciones hasta llegar a la misma apostasía. Se instalará así una sociedad con signo revolucionario, anticristiano...
Del mismo modo que será destruida Jerusalén dentro de pocos años, así será destruida la Civilización Cristiana. En la moderna sociedad que la reemplazará, Yo no seré el Soberano absoluto, mi Iglesia y su doctrina ya no serán consideradas como las únicas verdaderas, Dios será expulsado de su seno. Las inteligencias y las voluntades de los individuos, las familias y las naciones ya no se regirán por las leyes de la Iglesia por mi fundada. Todas las falsas religiones serán reconocidas. Ese magnífico edificio, que a lo largo de los siglos se irá construyendo, será, al igual que el Templo que tienen ante tu vista, completamente destruido. Ese campo fértil, en el cual será sembrada la semilla de mi Evangelio y que tan buenos frutos producirá, será devastado, asolado, y allí ya no crecerán sino cardos y espinas, los frutos de la nueva civilización, la sociedad del hombre, el humanismo...

Conteniendo el llanto, y con la mirada perdida en el tiempo que proféticamente contemplaba, dijo al muchacho:

¿Comprendes mi dolor y mi llanto?...

El jovenzuelo respondió con seguridad:

¡Sí!, entiendo perfectamente. Podríamos decir que lo que hoy ven nuestros ojos no es más que una figura de lo que en realidad sucederá con la sociedad que tu doctrina edificará...

En este momento, el rostro del adolescente cobró una seriedad propia de un adulto sabio y prudente, y añadió:

Ciertamente, de no habérmelo predicho, no podría imaginar un desenlace tan funesto. Los Profetas nos han hablado de esto, pero, según tengo entendido, tu futura Iglesia no tendrá fin. A pesar de todo, pienso que no debes apenarte demasiado, puesto que, si bien tu enseñanza no tendrá ya preponderancia en las costumbres y en las ideas que dirijan la sociedad, sin embargo tu Iglesia, como enseñan los Profetas y Tú mismo prometiste a tus Apóstoles, será indefectible, se conservará contra todas las embestidas del enemigo hasta el fin de los tiempos...

Estas palabras del jovencito fueron como si una espada se hubiese clavado en el Corazón de Jesús. El muchacho, cuya intención había sido tranquilizar y alentar al Señor, se dio cuenta del efecto de sus palabras y, sin salir de su nuevo asombro, una vez más interrogó a Jesús sobre el motivo de este aún más sorpresivo dolor.
En efecto, no alcanzaba a comprender lo que sucedía. Entendió lo de la destrucción de Jerusalén; penetró el misterio de la destrucción de la Cristiandad; pero no se explicaba cómo la idea de una Iglesia indestructible, sobre la cual no podrán prevalecer las puertas del Infierno, se concilia con un dolor y tristeza tan grandes en el fundador de esa Institución tan gloriosa... Por eso, no sin temor y con gran dulzura y ternura, insistió:

Jesús, Maestro, dime, ¿acaso también algo terrible espera a tu Iglesia? ¿Es que todo esto también es figura de lo que ha de suceder con Ella?

Aquí Jesús no pudo contener el llanto...
Con mayor intención de consolarlo que de descubrir el misterio, el muchacho preguntó una vez más:

¿Acaso lloras por la Iglesia, tu Cuerpo Místico?

¡Sí! -respondió Jesús- Lloro por mi Iglesia, mi Esposa Inmaculada. En los últimos tiempos se desatará una crisis enorme y la fe de muchos se perderá en fábulas; se enfriará la caridad y, si esos días no fuesen abreviados, incluso los elegidos se perderían.
Llegará un tiempo en que falsos pastores conducirán el rebaño a la apostasía. Veo ante Mí a profanadores, traidores, mercenarios.
Lloro pues una última herejía invadirá mi Iglesia y la llevará, por una autodemolición, casi hasta la extinción. Las autoridades de mi Iglesia serán agentes de corrupción. Se desintegrará la doctrina; la moral será rebajada al nivel de los paganos más incultos. Todas las religiones serán puestas en un mismo nivel de igualdad. El culto del verdadero y único Dios, mi Padre, será reemplazado por el culto del hombre.
Mi propio Vicario propagará una religión mundial, la fraternidad universal de todos los hombres, sin dogmas, sin preceptos. Mis templos serán cuevas de ladrones peores que la que han establecido los fariseos y sanedritas en el Templo que contemplas. Lo más grave de todo es que miles y miles de almas se condenarán.
Los verdaderos pastores y las ovejas fieles serán perseguidos por esas autoridades y llegará el día en que al matarlos pensarán estar haciendo un servicio grato a mi Padre...

El jovencito creyó encontrar en las últimas palabras de Jesús una última posibilidad de alentarlo, y por eso le dijo:

Pero entonces, verdaderamente tu Iglesia será indefectible y, aunque más no sea en un pequeño número, tu doctrina y tu moral, toda tu enseñanza se conservará íntegra. Si comprendo bien lo que dices, en medio de una crisis espantosa, un reducido número de pastores y feligreses permanecerán fieles a los principios que trasmites y que con el tiempo edificarán lo que has llamado la Civilización Cristiana... En ellos se conservará la capacidad de la semilla de mostaza de llegar a ser árbol frondoso y la potencia de levadura para transformar toda la masa de la sociedad...

Jesús, cada vez más maravillado de la capacidad del muchacho y de su interés, receptividad y asimilación, avanzando nuevamente en el tiempo, le explicó:

En efecto, un pequeño rebañito, como he llamado a mis Apóstoles, permanecerá fiel en los últimos tiempos, en medio de la apostasía generalizada. Algunos obispos y sacerdotes irán agrupando a las ovejas dispersas y se formarán aquí y allá grupitos que conservarán la doctrina, la moral y los Sacramentos. Precisamente esos serán los perseguidos por las autoridades de mi Iglesia...

El joven, con gran cautela y como previendo otra causa de dolor para Jesús, se animó a preguntar:

Señor, ¿también en esos reducidos grupos de resistencia habrá quienes darán motivos de angustia, de tristeza y de llanto para Ti?

La respuesta se hizo esperar. Jesús se tomó su tiempo para respirar profundamente y con la voz cargada comenzó a contestar:

¡Sí!... También en los grupos y movimientos que se llamarán tradicionales habrá de parte de los sacerdotes y de los feligreses más de una ocasión en que, al igual que sobre Jerusalén tendré que derramar lágrimas...

Aquí Jesús fue interrumpido por las exclamaciones del pueblo:

¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Gloria al hijo de David! ¡Hosanna!...

La turba llegaba para proclamar Rey a Jesús...

¡Hijo! ¡Hijito!... Vamos, ya es hora de levantarse...

Luis -este era su nombre- se despertó sobresaltado por el llamado de su madre entremezclado con los vítores de gloria del pueblo entusiasmado...

¡Todo era un sueño!... Y Luis regresaba a la realidad de un nuevo día...

Mientras desayunaba, Luisito contó a su madre lo que había soñado. Luego de escucharlo, la buena señora, que no concurría con mucha frecuencia al Priorato como para detenerse a reflexionar sobre el sueño de su hijo -¡y qué sueño!-, le dijo:

Tranquilízate y no des tanto crédito a los sermones un poco exagerados del Prior, que siempre ve conjuras contra la Iglesia por todas partes. Escucha más bien lo que dice el Párroco de nuestra capilla del barrio. El dice que la religión católica es una religión de amor y de comprensión; que todos los hombres son buenos y han de amarse; que el Papa que tenemos es el mejor de toda la historia de la Iglesia y que nunca se han hechos tantos esfuerzos para establecer la unidad entre todos los hombres. Los otros días dijo que la misma Santísima Virgen realiza apariciones que confirman el buen accionar del Papa, de los Obispos y de los Sacerdotes, e incluso desmienten lo que algunos exaltados pretenden hacerle decir en Fátima... Trabaja más bien en favor del hombre y de la paz, esfuérzate por construir la Civilización del Amor... Bueno, vamos, vamos, que llegarás tarde a la clase...

Luisito no se fue al colegio esa mañana demasiado convencido de que lo que había soñado no respondiese a la realidad histórica y, además, de que el futuro no le deparase aún mayores coincidencias. Es más, pensó que su madre no tenía razón al decir que su Prior y confesor era un exagerado... Las conversaciones de su padre con algunos amigos y con sacerdotes que visitaban su casa, a las cuales algunas veces tenía permitido asistir en silencio, confirmaban lo soñado.

Su sueño desmentía no sólo a su madre, sino también al Párroco modernista y a aquellos católicos conservadores que su padre y amigos llamaban "línea media"...

Por eso, Luisito decidió estudiar mucho sobre el tema y prepararse para estar a la altura de las circunstancias cuando llegase el momento.

Además, para aliviar el dolor de Jesús, para acompañarlo en su llanto, tomó la resolución de consolarlo con su compañía, con su amor, con su oración, con su penitencia y con su fidelidad...

Se comprometió a rezar y hacer sacrificios por la Iglesia, por la Cristiandad, por las naciones cristianas, por las familias católicas, por los grupos de resistencia tradicionales.

Así concluye este episodio de la vida de Luis. Pero, ¿para cuántos de nuestros contemporáneos e incluso de entre nosotros, la triste realidad que vivimos no es más que un sueño?

¡Cuántas veces nosotros, al igual que la mamá de Luisito, no prestamos atención a la realidad, pensamos que todo lo que sucede a nuestro alrededor es una fantasía y nos inventamos una realidad fantasmagórica para evitar tomar resoluciones acordes con los hechos!

Mientras tanto, Jesús sigue llorando y se apresta a purificar el Templo...

¿No habrá llegado ya la hora de despertarnos y sacudir nuestra pereza? ¿No habrá llegado por lo menos el momento de consolar a Jesús y acompañarlo en su Getsemaní con nuestro amor, nuestra oración y nuestra penitencia?... De este modo recibiremos de El la fortaleza necesaria para permanecer fieles...

domingo, 22 de julio de 2012

Domingo 8º post Pentencosten

OCTAVO DOMINGO
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS


En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos: Había un hombre rico que tenía un mayordomo, y éste fue acusado delante de él como disipador de sus bienes. Y le llamó y le dijo: ¿Qué es esto que oigo decir de ti? Da cuenta de tu mayordomía porque ya no podrás ser mi mayordomo. Entonces el mayordomo dijo entre sí: ¿Qué haré porque mi señor me quita la mayordomía? Cavar no puedo, de mendigar tengo vergüenza. Yo sé lo que he de hacer, para que cuando fuere removido de la mayordomía me reciban en sus casas. Llamó, pues, a cada uno de los deudores de su señor, y dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi señor? Y éste le respondió: Cien barriles de aceite. Y le dijo: Toma tu escritura, y siéntate luego, y escribe cincuenta. Después dijo a otro: ¿Y tú, cuánto debes? Y él respondió: Cien coros de trigo. Él le dijo: Toma tu vale y escribe ochenta. Y alabó el señor al mayordomo infiel, porque había obrado sagazmente; porque los hijos de este siglo, más sabios son en su generación, que los hijos de la luz. Y yo os digo: Que os ganéis amigos con las riquezas de iniquidad, para que cuando falleciereis, os reciban en las eternas moradas.


Había un hombre rico que tenía un mayordomo, y éste fue acusado delante de él como disipador de sus bienes...

En esta parábola, llamada del mayordomo infiel, tenemos que considerar primero ¿quién es este hombre rico?, ¿quién es su mayordomo?, ¿en qué manera desperdiciaba sus bienes? y ¿cómo es difamado delante de su señor?

Este hombre rico representa a Dios nuestro Señor, cuyas son todas las riquezas del Cielo y de la tierra.

De dichos tesoros gozan los Ángeles y los hombres, y son de tres clases:

Unas son riquezas corporales, que sirven al cuerpo para su mantenimiento, como la comida, el albergue y el vestido.

Otros son patrimonios espirituales, que adornan y enriquecen el espíritu con la gracia y las virtudes.

Otros son capitales eternos, con los cuales son premiados los justos en el Cielo.

Estos tesoros los reparte Dios a los hombres, y las primeras la da a buenos y malos, fieles e infieles; las segundas, solamente a los fieles, y algunas sólo a los justos; las últimas a los bienaventurados únicamente.

Debemos pedir a Dios que nos conceda usar de tal manera de las riquezas temporales que no perdamos las espirituales, y que negociemos con éstas de modo que podamos obtener las eternas.

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El mayordomo de este soberano Señor es el hombre, a quien entrega el gobierno de las riquezas que posee, así del cuerpo como del alma.

Aunque le da verdadero dominio de algunas, sigue siendo siempre mayordomo, porque su dominio no es absoluto, sino sujeto al dominio de Dios y de sus leyes.

Tampoco puede lícitamente distribuir ni usar de los bienes que tiene, si no es conforme a la voluntad del supremo Señor que se los dio.

Y a este Señor ha de dar cuenta y razón de todo; y eso el día que Él disponga pedírselo; para lo cual hay libro de recibo y gasto, en que se asienta lo que se nos da y el modo como lo distribuimos.

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Más allá de si la denuncia respondía o no a la realidad de los hechos, aquel mayordomo es acusado de desperdiciar los bienes de su Señor, gastándolos o usando de ellos contra la voluntad de su señor.

La intención de Nuestro Señor en esta primera parte de la parábola es hacernos reflexionar sobre el uso de los bienes recibidos: si lo hacemos contra su divina voluntad y contra los preceptos que nos ha puesto en su santa ley.

Desperdicio el manjar si le como por gula; y el vestido, si uso de él para sola jactancia; y el dinero, si lo gasto en cosas prohibidas, o si lo detengo y no lo reparto a los pobres cuando Dios lo manda, y de la misma manera desperdicio la vida y la salud, los sentidos y potencias del alma, cuando los empleo en cosa que sea ofensa del que me los dio.

Desperdiciar las riquezas materiales y espirituales, con el riesgo de perder las eternas...

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Por estas cosas viene el mayordomo a ser difamado delante de su señor; porque nuestra buena o mala fama para con Dios depende de nuestras obras, y no de los dichos de los hombres.

Nuestras acciones nos acreditan o desacreditan, honran o infaman a los ojos de Dios.

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Sin más, pide el señor cuenta a su mayordomo y le quita el cargo: le llamó su señor y le dijo: ¿Qué es lo que oigo decir de ti? Dame cuenta de tu mayordomía, porque ya no podrás hacer oficio de mayordomo.

La actitud de este hombre rico, por la noticia que tuvo de que su mayordomo desperdiciaba los bienes, es una figura del clamor de nuestros pecados, que llegan al Tribunal de Dios, y de que se nos llame a que le demos cuenta.

Este llamamiento suele suceder en dos maneras.

La primera es terribilísima, cuando llama Dios a los pecadores tan de repente, que no tienen aviso de que se mueren, ni tiempo de aparejarse para la cuenta que han de dar.

La otra manera es llamada poco a poco, por medio de alguna enfermedad, la cual es aviso de la muerte y da lugar de aparejarse para la cuenta. En virtud del cual nos trae a la memoria todos los pecados de que estamos difamados delante de Él, para que oyendo el cargo, demos el descargo con tiempo, porque, si no, en el instante de la muerte nos la dirá para convencernos de la culpa y sentenciarnos por ella.

Por tanto, oigamos la voz de Dios, que con sus inspiraciones y recuerdos interiores nos dice:

¿Qué pecados son estos que haces?
¿Qué tibieza es esta en que vives?
¿Qué olvido es este que traes de tu salvación?
¿Qué descuido es este que tienes en tu oficio y en las cosas que te he encomendado?

Escuchemos, pues, esta palabra y enmendemos con tiempo lo que Dios nos avisa por ella, porque si no estuviésemos enmendados a la hora de la muerte, la palabra que ahora nos dice para nuestra salvación, entonces nos la dirá para nuestra condenación.

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Luego, tengamos en cuenta aquellas palabras tremendas: Da cuenta de tu mayordomía porque ya no podrás ser mi mayordomo; que es decir:

Dame cuenta de la casa de este mundo que creé para tu morada; de las plantas y animales que hice para tu sustento; de los tesoros y riquezas, oficios y dignidades que has tenido; de los años de vida, salud, fuerzas y talentos que te he dado.

Dame cuenta de los pensamientos que has revuelto por tu memoria, de las palabras que han salido de tu boca, de las obras que has hecho con tus manos, y de los pasos que has andado con tus pies, y de todos los afectos y deseos que has fraguado dentro de tu corazón.

Finalmente, dame cuenta de todo lo que pertenece al oficio de mayordomo, porque ya no podrás hacerle más; ya pasó el día en que podías negociar, y viene la noche en que no se puede merecer; ya es llegada la hora en que, mal que te pese, has de ser presentado ante mi tribunal para dar razón de lo que has hecho viviendo en ese cuerpo y recibir premio o castigo por ello.

Esta palabra hemos de traer siempre delante de los ojos, pues es cierto que ha de llegar hora en que se nos ha de decir, y es gran cordura vivir tan bien apercibido, que podamos dar buena cuando fuésemos llamados.

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La parábola continúa dando a conocer la actitud del mayordomo; en la cual hemos de ver, en cuando a la corteza de la parábola, la representación de un género de hombres astutos y sagaces para sus negocios.

Y en este sentido, no trae Cristo Nuestro Señor el hecho de este mayordomo para que lo imitemos, sino para que al considerar la providencia que tuvo en remediar con tiempo las necesidades del cuerpo, aprendamos a ser prudentes en remediar las del alma; porque los hijos de este siglo aventajan en la prudencia que tienen para sus negocios temporales a la que tienen los hijos de la luz para los eternos; y de este modo podamos aprender de ellos.

¡!, miremos la prudencia de los mundanos en su modo de vida mundana, y confundámonos de ver la que nos falta en la nuestra religiosa y cristiana.

Aquéllos son diligentes para el vicio, nosotros perezosos para la virtud; aquellos se desvelan en inventar medios para cumplir sus malos intentos, nosotros nos echamos a dormir, descuidando de cumplir nuestros buenos propósitos; aquéllos sin dilación hacen luego cuanto pueden, aunque sea trabajoso, nosotros con dilaciones de día en día no hacemos lo que podríamos, aunque sea fácil.

Avergoncémonos, pues, de ser menos prudentes para lo eterno que éstos lo son para lo temporal, y dejando lo malo que tienen, imitemos con espíritu lo bueno, proveyendo con tanto fervor lo necesario para nuestra alma, como ellos proveen lo necesario para su cuerpo.

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Luego ponderaré el espíritu que está encerrado en el hecho de este mayordomo; en el cual se apuntan varios ejercicios para granjear la vida eterna.

Unos hay que la granjean cavando, esto es, tomando por principal asunto la penitencia y mortificación de su carne con grandes rigores y asperezas.

Otros hay que granjean la vida eterna mendigando, esto es, tomando por principal asunto el ejercicio de la contemplación y oración, en la cual no se hace otra cosa que mendigar y pedir a Dios y a sus Santos lo necesario para la salvación y perfección.

Los que no son para ninguno de estos dos modos de vida, resta que tomen otro tercer modo de granjear la vida eterna con limosnas y obras de misericordia, corporales y espirituales, conformes a su talento y capacidad; porque con estas obras de caridad y misericordia se alcanza de Nuestro Señor perdón de pecados y dones grandes de su gracia en esta vida, y después el premio de la vida eterna.

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Esto es lo que Cristo nuestro Señor infirió de esta parábola, diciendo: Y yo os digo: Que os ganéis amigos con las riquezas de iniquidad, para que cuando falleciereis, os reciban en las eternas moradas.

En estas palabras llama riquezas de iniquidad a las riquezas temporales, aunque sean lícitamente adquiridas, porque solamente las tienen por riquezas los malos, que ponen en ellas su descanso, y llaman bienaventurados a sus poseedores; pero los justos perfectos las tienen por basura, y huyen de ellas porque son ocasión de innumerables males de culpa y pena a los que desordenadamente las aman.

Pero, a pesar de esto, pueden ser instrumento de ganar las riquezas espirituales siguiendo el consejo que Nuestro Señor da aquí a los ricos, diciéndoles que ganen con ellas amigos, para que cuando fallecieren los reciban en las eternas moradas, ejercitando con los pobres todas las obras de misericordia, las cuales son amigos fidelísimos-y poderosos para negociar con nuestro Señor.

Y esto nos ha de mover a dar infinitas gracias al que tal cambio y trueque ha ordenado, dándonos facultad de poder con tanta facilidad trocar lo terreno por lo celestial, y con riquezas tan viles, como son las de la tierra, poder granjear dos suertes de amigos que nos negocien las del Cielo; es a saber, obras de misericordia que, puestas en el seno del pobre, oran por nosotros, los mismos pobres, cuyas oraciones oye Dios cuando ruegan por quien les hace bien.

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Para concluir, si queremos profundizar la intención por la cual la Iglesia ha escogido este pasaje del Evangelio, continuemos la lectura del parágrafo: El que es fiel en lo mínimo, lo es también en lo mucho; y el que es injusto en lo mínimo, también lo es en lo mucho.

Por lo tanto, si no fuimos fieles en el dinero injusto, ¿quién nos confiará el verdadero, las verdaderas riquezas, las eternas?

Y si no fuimos fieles con lo ajeno, ¿quién nos dará lo nuestro?

Preguntas tremendas, que el Señor deja hoy en suspenso sobre nuestras cabezas…

Dentro de poco, la respuesta será aterradora...

domingo, 15 de julio de 2012

7º post Pentecosten


SÉPTIMO DOMINGO
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS


Guardaos de los falsos profetas que vienen a vosotros disfrazados con pieles de ovejas, mas por dentro son lobos voraces: por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de las zarzas? Así es que todo árbol bueno produce buenos frutos, y todo árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede dar frutos malos, ni un árbol malo darlos buenos. Todo árbol que no dé buen fruto será cortado y echado al fuego. Por sus frutos pues lo podéis reconocer. No todo aquel que me dice: ¡Señor, Señor! entrará por eso en el reino de los cielos; sino el que hace la voluntad de mi Padre celestial, ése es el que entrará en el reino de los cielos.


¡Guardaos!... ¡Tened cuidado!... Nuestro Señor quiere protegernos contra los peligros y las ocasiones de ruina, y nos recomienda especialmente desconfiar de todos aquellos que pueden engañarnos y perdernos.

¿Qué se entiende por estas palabras: ¡Guardaos de los falsos profetas!?

Por la palabra profeta se entendía entre los judíos todos los que habían recibido, o que se arrogaban, la misión de enseñar a otros y hacerles conocer la voluntad divina.

Por lo tanto, podemos distinguir dos tipos de profeta: el verdadero, bueno, realmente enviado por Dios; y el falso, malo, que no tiene una misión divina y asume un aire de inspiración para engañar al pueblo.

¿Quiénes son estos falsos doctores?

Se debe entender que son todos aquellos que, de una manera u otra, tratan de distraer la atención de Dios, de la virtud, del camino al Cielo, para conducirnos a la senda del pecado, del vicio, del infierno.

Todos los que están en rebelión contra Dios y sus mandamientos, contra la Iglesia y sus enseñanzas, que son apóstatas de hecho y que, de palabra o por ejemplo, predican la indiferencia, la incredulidad o el mal.

Que los profetas de mentiras siempre han sido más escuchados que los profetas verdaderos, es la historia de la humanidad desde su cuna: Adam prefería escuchar al padre de la mentira, en lugar de creer en el Dios de toda la verdad.

Los hombres siempre escuchan más fácilmente a quienes halagan sus pasiones y que permiten sus vicios.

Nuestro Señor, en su infinita presciencia, preveía que esto seguiría siendo así en su Iglesia y, deseando, como un Buen Pastor, cuidar a sus pobres ovejas, advirtió: Guardaos de los falsos profetas...

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¿Qué quiere significar Nuestro Señor al decir: vienen a vosotros disfrazados con pieles de ovejas, mas por dentro son lobos voraces y por sus frutos los conoceréis?

Nos da una descripción de estos maestros perversos, por la cual fácilmente podamos discernirlos y rechazarlos.

Por lo tanto, debemos hacer discernimiento y un juicio... Si las luces de advertencia se encienden... ¡cuidado! ¡Hay próximo un peligro!

Nuestro Señor nos proporciona dos criterios de distinción:

La primera señal, que concierne a los herejes y a los sembradores de la impiedad, es la hipocresía: vienen a vosotros disfrazados con pieles de ovejas, mas por dentro son lobos voraces...

El diablo sabe disfrazarse de ángel de luz... Y sus secuaces hacen lo mismo: en función de las circunstancias, toman apariencias de piedad, de virtud, de celo, para engañar más fácilmente a las almas sencillas. ¡Cuidado!

La segunda señal, son los malos efectos y consecuencias: por sus frutos los conoceréis...

Se ven hermosos por fuera, bien educados, amables, piadosos, caritativos...; este exterior engañador no dura mucho, y sus acciones los traicionan pronto. ¡Cuidado!

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¿Qué significan las palabras encerradas en la pregunta que sigue: Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de las zarzas?

Nuestro Señor, por estas comparaciones pretende hacer sensible y palpable la verdad que acaba de expresar: por sus frutos los conoceréis.

Consideremos la naturaleza: es una ley que todos los árboles producen frutos de su especie. Si el árbol es bueno, el fruto es bueno; y si es malo, son malos sus frutos.

Todo hombre es como un árbol moral, que produce algún tipo de fruto. Si se quiere juzgarlo, sólo se tiene que esperar un poco y tener en cuenta sus frutos: el resultado revela su naturaleza más íntima.

Ahora bien, sus frutos son sus obras, sus palabras, su conducta: ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de las zarzas?

Tengamos también en cuenta que Nuestro Señor no habla aquí de un árbol completamente estéril, sino que habla de una planta que ciertamente produce fruto, pero corrupto y en mal estado.

Terrible lección para esos hombres vanidosos de la raza de los fariseos, que hacen algunas buenas obras en apariencia, pero en realidad sólo dan frutos amargos, desagradables, estropeados por la falta de pureza de intención u otro tipo razones.

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Para profundizar más en las advertencias de Nuestro Señor, consideremos los caracteres del espíritu diabólico acerca de los movimientos o actos de nuestro entendimiento.

San Juan Crisóstomo es del parecer que somos vencidos por el demonio, no porque no sean fáciles de reconocer los engaños que urde contra nosotros, sino porque teniendo a nuestro lado un enemigo tan formidable, estamos profundamente dormidos, sin velar un punto en nuestra defensa; vivimos sin pensar en eso, andamos muy negligentes y dormidos para nuestro daño.

Para conocer, pues, estas astucias malignas con que el demonio se insinúa en nuestra inteligencia, consideremos las contraseñas que nos proporcionan los autores espirituales.

Primer carácter del espíritu diabólico: es espíritu de falsedad.

Sabemos que el espíritu divino enseña lo que es verdadero y no puede, de ninguna manera, sugerir lo falso.

En cambio, el espíritu del mal es el espíritu de la mentira. El demonio, siendo padre de la mentira, siempre busca inspirar en nuestra inteligencia la falsedad.

Por lo tanto, cualquier idea o frase que se opone a una palabra de la Sagrada Escritura, una Tradición apostólica o una Definición del Magisterio, no puede ser sugerida por Dios, sino que se ha de atribuir al diablo.

Pero atención, es necesario tener presente que el demonio a veces nos asalta descubiertamente, y otras veces nos arma las asechanzas ocultamente.

Cuando nos asalta al descubierto lo hace como fiero león; cuando nos asalta escondidamente lo hace como dragón engañoso; y es más de temer el demonio cuando viene a engañarnos con falsa apariencia, que cuando nos mueve a guerra a cara descubierta.

El demonio, pues, siendo padre de la mentira, tiende siempre a introducir alguna falsedad en nuestra inteligencia. Pero a veces lo hace descubiertamente, a manera de león furioso, y otras ocultamente, a manera de dragón engañador.

Nos asalta al descubierto, cuando nos mete en la cabeza especies contra la fe, o contra el sentir unánime de los Santos Doctores, cuando nos excita pensamientos poco conformes a la moralidad de las virtudes cristianas...

En tales casos, es fácil que sea el demonio conocido, porque aparece con su misma cara, con el semblante de falsario y mentiroso.

Mas otras veces viene enmascarado insidiosamente y con apariencia de Ángel, como dice San Pablo. Nos dice cosas verdaderas, santas y conformes a la doctrina de la fe y de la moral cristiana, pero con fin de mezclar entre muchas verdades alguna falsedad, o para granjearse el crédito con lo verdadero, para engañarnos al fin con lo falso.

Cuando el demonio viene así encubierto con aspecto devoto, no es tan fácil el reconocerle. Y por eso debe examinarse con mucha diligencia las máximas que en semejantes casos recibe la persona, y si no se las halla concordes con las reglas ciertas y seguras de la verdad, deben ser tenidas por ilusión, porque de otra suerte tomará el demonio mayor atrevimiento y mas fuerte posesión.

¡Atención! Porque el diablo se esconde como ángel de luz y puede decir cosas verdaderas, santas y en consonancia con la doctrina católica...

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Segundo carácter del espíritu diabólico: sugiere cosas inútiles, ligeras e impertinentes.

El demonio, cuando no halla modo de insinuarse con la falsedad y la mentira, por no padecer vergonzosa repulsa, se vale de otra arte maligna, y es que procura dar pasto al entendimiento con pensamientos inútiles, para que ocupado con estos no se emplee en otros pensamientos santos y provechosos.

Vemos, pues, que lo propio del espíritu diabólico, es destilar en las mentes de los fieles o cosas falsas para inducirlos al mal, o cosas infructuosas para apartarlos del bien.

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Tercer carácter del espíritu diabólico: dejar en la mente tinieblas o falsa luz.

El espíritu divino siempre trae la luz a nuestra inteligencia. Dios es luz, sin mezcla alguna de tinieblas. Por el contrario, es propio del espíritu del mal dejar la mente en la oscuridad o la luz falsa.

El demonio no solo es padre de la mentira, sino también de las tinieblas; y por eso cuando nos embiste al descubierto hace lo que es propio suyo, y produce en nuestra mente tinieblas, obscuridad y tenebrosidad.

Y entonces ofusca la inteligencia, obscurece el entendimiento, llena el alma de turbaciones, inquietudes y angustias.

En estos casos es fácil de conocerle, porque produciendo efectos suyos propios, por sí mismo se manifiesta.

Pero cuando el enemigo urde ocultamente sus tramas, entonces esparce luces en nuestro entendimiento, pero luces falsas; porque su luz no es otra cosa que una cierta luz natural que él despierta en la imaginativa, por la cual representa, con alguna claridad, los objetos y excita alguna delectación en el apetito sensitivo.

Pero no pasa aquella luz al entendimiento, ni puede hacerle apto para penetrar las verdades divinas, y mucho menos engendrar en lo íntimo del espíritu afectos de sincera devoción.

Así que todo el efecto de esta luz falaz se reduce a un cierto deleite en los sentidos internos todo corporal, del todo superficial, y sin algún carácter de verdadera espiritualidad.

Y después, esta misma delectación corpórea va a parar en inquietud y perturbación; siendo posible entonces que el engañador, después de mucha disimulación y fingimiento, se descubra finalmente por sí mismo.

El que no quiere quedar ciego para las cosas divinas, guárdese de las tinieblas y de la luz falaz con que el pérfido engaña nuestro entendimiento.

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Cuarto carácter del espíritu diabólico: el demonio es protervo.

El espíritu diabólico es espíritu de pertinacia. Así lo muestran en sí mismos los herejes, los cuales jamás se rinden ni a la santidad de las Escrituras, ni a la autoridad de los Sumos Pontífices, ni a la infalibilidad de los Concilios, ni a la doctrina de los Santos Padres; sino que persisten siempre obstinados en sus necias opiniones.

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Quinto carácter del espíritu diabólico: la indiscreción con que incita a los excesos.

No se habla aquí de las obras malas a que de ordinario nos incita el enemigo, sino de las obras que parecen buenas, a las cuales él tal vez fraudulentamente nos estimula con alguna idea suya indiscreta.

Incitándonos a ellas con un fin malvado, procura que nos apartemos de la rectitud con algún exceso.

Por lo cual, la sola indiscreción en las obras buenas, mayormente si es notable y continua, da gran fundamento para creer que no son inspiradas por Dios, que de ningún exceso es causa; sino sugeridas por su enemigo.

El espíritu del demonio se manifiesta por indiscreto; porque en las obras buenas, que maliciosamente nos sugiere, no guarda ni la debida medida, ni el debido tiempo, ni el debido lugar, ni el debido miramiento a la calidad de las personas.

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Sexto carácter del espíritu diabólico: el demonio incluye siempre pensamientos vanos y soberbios aun en medio de las obras santas y virtuosas.

Ya se sabe que el demonio mete siempre pensamientos de propia estimación, de preferencia y de desprecio de los otros, esforzándose en todas las ocasiones a propagar en nosotros la soberbia de su mente, con la cual se levantó hasta querer igualarse con el Altísimo.

Y por eso, quien se mueve por este aire vano en cualquiera cosa que haga, es llevado del espíritu infernal.

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San Ignacio nos proporciona otro signo seguro: el demonio, se comporta como un vano enamorado, al querer mantenerse en secreto y no ser descubierto.

Y explica diciendo que un hombre vano, que hablando con mala intención solicita a la hija de un buen padre o a la mujer de un buen marido, quiere que sus palabras y seducciones permanezcan secretas, y por el contrario, le desagrada mucho que la hija al padre o la mujer al marido le descubran sus vanas palabras y su intención depravada, porque entonces deduce fácilmente que no podrá salir con la empresa comenzada.

Del mismo modo, concluye el Santo doctor espiritual, el enemigo de la naturaleza humana, cuando propone sus astucias y seducciones al alma justa, quiere y desea que sean recibidas y mantenidas en secreto; pero cuando el alma las descubre a su buen confesor o a otra persona espiritual, que conozca sus engaños y malicias, entonces le desagrada mucho, porque deduce que, al ser descubiertos sus engaños manifiestos, no podrá llegar hasta el fin con su malicia comenzada.

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Para terminar, quiero hacer una aplicación práctica: ¿cuáles son hoy los falsos profetas?

La situación que vivimos hoy es la culminación de un proceso que, si bien tuvo origen el siglo XIV, comenzó a concretizarse con la rebelión religiosa del siglo XVI, el protestantismo, cuando un tercio de la Cristiandad se independizó de Roma.

Los pseudoprofetas del Siglo XVIII elaboraron el Enciclopedismo, que se originó en Inglaterra, reinó en Francia, y, desde ella, en todo el mundo. De allí nacieron el Capitalismo, el Liberalismo, el Comunismo y el Modernismo.

De este modo viene gestándose la herejía del Anticristo, compendio de todas las herejías, que consiste en la adoración del hombre en lugar de Dios. Dice San Pablo:

Primero tiene que venir la apostasía y manifestarse el Hombre impío, el Hijo de perdición, el Adversario que se eleva sobre todo lo que lleva el nombre de Dios o es objeto de culto, hasta el extremo de sentarse él mismo en el Santuario de Dios y proclamar que él mismo es Dios. (…) La venida del Impío estará señalada por el influjo de Satanás, con toda clase de milagros, señales, prodigios engañosos, y todo tipo de maldades que seducirán a los que se han de condenar por no haber aceptado el amor de la verdad que les hubiera salvado. Por eso Dios les envía un poder seductor que les hace creer en la mentira, para que sean condenados todos cuantos no creyeron en la verdad y prefirieron la iniquidad.

Ahora bien, este impío, el Anticristo, es la Bestia del Mar, de la cual nos habla el Apocalipsis:

Y vi surgir del mar una Bestia que tenía diez cuernos y siete cabezas, y en sus cuernos diez diademas, y en sus cabezas títulos blasfemos. La Bestia que vi se parecía a un leopardo, con las patas como de oso, y las fauces como fauces de león: y el Dragón le dio su poder y su trono y gran poderío. Una de sus cabezas parecía herida de muerte, pero su llaga mortal se le curó; entonces la tierra entera siguió maravillada a la Bestia. Y se postraron ante el Dragón, porque había dado el poderío a la Bestia, y se postraron ante la Bestia diciendo: «¿Quién como la Bestia? ¿Y quién puede luchar contra ella?» Le fue dada una boca que profería grandezas y blasfemias, y se le dio poder de actuar durante 42 meses; y ella abrió su boca para blasfemar contra Dios: para blasfemar de su nombre y de su morada y de los que moran en el cielo. Se le concedió hacer la guerra a los santos y vencerlos; se le concedió poderío sobre toda raza, pueblo, lengua y nación. Y la adorarán todos los habitantes de la tierra cuyo nombre no está inscrito, desde la creación del mundo, en el libro de la vida del Cordero degollado.

El Anticristo tendrá a su servicio otra Bestia, la Bestia de la Tierra, que pondrá todo su poder al servicio de la Primera Bestia. Es el Falso Profeta, puesto que tendrá un carácter religioso… El mar significa el mundo, lo profano, lo temporal, lo político; mientras que la tierra significa la religión, lo religioso, lo sacro…

Vi luego otra Bestia que surgía de la tierra y tenía dos cuernos como de cordero, pero hablaba como una serpiente. Ejerce todo el poder de la primera Bestia en servicio de ésta, haciendo que la tierra y sus habitantes adoren a la primera Bestia, cuya herida mortal había sido curada. Realiza grandes señales, hasta hacer bajar ante la gente fuego del cielo a la tierra; y seduce a los habitantes de la tierra con las señales que le ha sido concedido obrar al servicio de la Bestia...

Este Falso Profeta será el último falso profeta; y por sus frutos habrá que reconocerlo; porque sus apariencias serán de Cordero… Sin embargo, Dios permite siempre que en los disfrazados con piel de oveja aparezca en seguida la oreja o la cola del lobo...

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El Padre Lacunza dice que el sacerdocio, y no otra cosa el que viene aquí significado y anunciado para los últimos tiempos debajo de la metáfora de una bestia con dos cuernos semejantes a los del cordero.

El sacerdocio que, como buen pastor y no mercenario, debía defender el rebaño de Cristo, y poner por él su propia vida, será en aquellos tiempos su mayor escándalo, y su mayor y más próximo peligro.

Los que ahora se admiren de esto, o se escandalizaren de oírlo, o lo tuvieren por un despropósito increíble, es muy de temer, que llegada la ocasión, sean los primeros que entren en el escándalo, y los primeros presos en el lazo. Por lo mismo que tendrán por increíble tanta iniquidad en personas tan sagradas, tendrán también por buena la misma iniquidad.

Consideradlo bien, y entenderéis fácilmente cómo la bestia de dos cuernos puede hacer tantos males en los últimos tiempos. Entenderéis, digo, cómo el sacerdocio de los últimos tiempos, corrompido por la mayor parte, pueda corromperlo todo, y arruinarlo todo, como lo hizo el sacerdocio hebreo.

Entenderéis en suma, cómo el sacerdocio mismo de aquellos tiempos, con su pésimo ejemplo, con persuasiones, con amenazas, con milagros fingidos, etc., podrá alucinar a la mayor parte de los fieles, podrá deslumbrarlos, podrá cegarlos, podrá hacerlos desconocer a Cristo, y declararse en fin por sus enemigos: se levantarán muchos falsos profetas, y engañarán a muchos. Y darán grandes señales. Y porque se multiplicará la iniquidad, se resfriará la caridad de muchos.

¿Qué pensáis que será cuando las simples ovejas de Cristo de toda edad, de todo sexo, de toda condición, viéndose perseguidas de la primera bestia, y amenazadas con la potencia formidable de sus cuernos, se acojan al abrigo de sus pastores, implorando su auxilio, y los encuentren con la espada en la mano, no cierto para defenderlas, como era su obligación; sino para afligirlas más, para espantarlas más, para obligarlas a rendirse a la voluntad de la primera bestia?

¿Qué pensáis que será, cuando poniendo los ojos en sus pastores, como en su único refugio y esperanza, los vean temblando de miedo, mucho más que ellos mismos, a vista de la bestia, y de sus cuernos coronados, por consiguiente los vean aprobando prácticamente toda la conducta de la primera bestia, aconsejando a todos que se acomoden con el tiempo por el bien de la paz, que por este bien de la paz (falsa a la verdad) tomen el carácter de la bestia en las manos o en la frente, esto es, que se declaren públicamente por ella, fingiendo para esto milagros y portentos, para acabar de reducirlas con apariencia de religión?

¿Qué pensáis que será, cuando muchos fieles justos y bien instruidos en sus obligaciones, conociendo claramente que no pueden en conciencia obedecer a las órdenes que saldrán en aquel tiempo de la potestad secular, se determinen a obedecer a Dios, arriesgarlo todo por Dios, y se vean por esto abandonados de todos, arrojados de sus casas, despojados de sus bienes, separados de sus familias, privados de la sociedad y comercio humano, sin hallar quien les dé, ni quien les venda, y todo esto por orden y mandato de sus propios pastores?

De manera, que así como los cuernos coronados de la primera bestia significan visiblemente la potestad, la fuerza, y las armas de la potencia secular de que aquella bestia se ha de servir para herir y hacer temblar toda la tierra; así los cuernos de la segunda, semejantes a los de un cordero, no pueden significar otra cosa, que las armas o la fuerza de la potestad espiritual, las cuales aunque de suyo son poco a propósito para poder herir, para poder forzar, o para espantar a los hombres; mas por eso mismo se concilia esta potencia mansa y pacífica, el respeto, el amor y la confianza de los pueblos; y por eso mismo es infinitamente más poderosa, y más eficaz para hacerse obedecer, no solamente con la ejecución, como lo hace la potencia secular, sino con la voluntad, y aun también con el entendimiento.

Mas esta bestia en la apariencia mansa y pacífica, esta bestia en la apariencia inerme, pues no se le veían otras armas que dos pequeños cuernos semejantes a los de un cordero, esta bestia tenía un arma horrible y ocultísima, que era su lengua, la cual no era de cordero, sino de dragón: hablaba como el dragón.

Hablará con dulzura, con halagos, con promesas, con artificio, con astucias, con apariencias de bien, abusando de la confianza y simplicidad de las pobres ovejas para entregarlas a los lobos, para hacerlas rendirse a la primera bestia, para obligarlas a que la adoren, la obedezcan, la admiren, y entren a participar o a ser iniciadas en su misterio de iniquidad.

Y si algunas se hallaren entre ellas tan entendidas que conozcan el engaño, y tan animosas que resistan a la tentación (como ciertamente las habrá) contra éstas se usarán, o se pondrán en gran movimiento las armas de la potestad espiritual, o los cuernos como de cordero, prohibiendo que ninguno pueda comprar, o vender, sino aquel que tiene la señal, o el nombre de la bestia.

Éstas serán separadas de la sociedad y comunicación con las otras, a éstas nadie les podrá comprar ni vender, si no traen públicamente alguna señal de apostasía: porque ya habían acordado los judíos, dice el evangelista, que si alguno confesase a Jesús por Cristo, fuese echado de la sinagoga (Joan. IX, 22).

Aplíquese la semejanza, sentencia el Padre Lacunza...

Guardaos de los falsos profetas que vienen a vosotros disfrazados con pieles de ovejas, mas por dentro son lobos voraces: por sus frutos los conoceréis.