SÉPTIMO DOMINGO
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
Guardaos de los falsos profetas que vienen a vosotros
disfrazados con pieles de ovejas, mas por dentro son lobos voraces: por sus
frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de las
zarzas? Así es que todo árbol bueno produce buenos frutos, y todo árbol malo da
frutos malos. Un árbol bueno no puede dar frutos malos, ni un árbol malo darlos
buenos. Todo árbol que no dé buen fruto será cortado y echado al fuego. Por sus
frutos pues lo podéis reconocer. No todo aquel que me dice: ¡Señor, Señor!
entrará por eso en el reino de los cielos; sino el que hace la voluntad de mi
Padre celestial, ése es el que entrará en el reino de los cielos.
¡Guardaos!... ¡Tened cuidado!... Nuestro Señor quiere protegernos
contra los peligros y las ocasiones de ruina, y nos recomienda especialmente desconfiar
de todos aquellos que pueden engañarnos y perdernos.
¿Qué se entiende por estas palabras: ¡Guardaos de los falsos
profetas!?
Por la palabra profeta se entendía entre los judíos todos
los que habían recibido, o que se arrogaban, la misión de enseñar a otros y
hacerles conocer la voluntad divina.
Por lo tanto, podemos distinguir dos tipos de profeta: el verdadero,
bueno, realmente enviado por Dios; y el falso, malo, que no tiene una misión
divina y asume un aire de inspiración para engañar al pueblo.
¿Quiénes son estos falsos doctores?
Se debe entender que son todos aquellos que, de una manera u otra,
tratan de distraer la atención de Dios, de la virtud, del camino al Cielo, para
conducirnos a la senda del pecado, del vicio, del infierno.
Todos los que están en rebelión contra Dios y sus mandamientos, contra
la Iglesia y sus enseñanzas, que son apóstatas de hecho y que, de palabra o por
ejemplo, predican la indiferencia, la incredulidad o el mal.
Que los profetas de mentiras siempre han sido más escuchados que los
profetas verdaderos, es la historia de la humanidad desde su cuna: Adam
prefería escuchar al padre de la mentira, en lugar de creer en el Dios de toda la
verdad.
Los hombres siempre escuchan más fácilmente a quienes halagan sus
pasiones y que permiten sus vicios.
Nuestro Señor, en su infinita presciencia, preveía que esto seguiría
siendo así en su Iglesia y, deseando, como un Buen Pastor, cuidar a sus pobres ovejas,
advirtió: Guardaos de los falsos profetas...
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¿Qué quiere significar Nuestro Señor al decir: vienen
a vosotros disfrazados con pieles de ovejas, mas por dentro son lobos voraces
y por sus frutos los conoceréis?
Nos da una descripción de estos maestros perversos, por la cual fácilmente
podamos discernirlos y rechazarlos.
Por lo tanto, debemos hacer discernimiento y un juicio... Si las luces
de advertencia se encienden... ¡cuidado! ¡Hay próximo un peligro!
Nuestro Señor nos proporciona dos criterios de distinción:
La primera señal, que concierne a los herejes y a los sembradores de la
impiedad, es la hipocresía: vienen a vosotros
disfrazados con pieles de ovejas, mas por dentro son lobos voraces...
El diablo sabe disfrazarse de ángel de luz... Y sus secuaces hacen lo mismo:
en función de las circunstancias, toman apariencias de piedad, de virtud, de
celo, para engañar más fácilmente a las almas sencillas. ¡Cuidado!
La segunda señal, son los malos efectos y consecuencias: por sus
frutos los conoceréis...
Se ven hermosos por fuera, bien educados, amables, piadosos, caritativos...;
este exterior engañador no dura mucho, y sus acciones los traicionan pronto.
¡Cuidado!
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¿Qué significan las palabras encerradas en la pregunta que sigue: Acaso
se recogen uvas de los espinos, o higos de las zarzas?
Nuestro Señor, por estas comparaciones pretende hacer sensible y
palpable la verdad que acaba de expresar: por sus frutos los conoceréis.
Consideremos la naturaleza: es una ley que todos los árboles producen
frutos de su especie. Si el árbol es bueno, el fruto es bueno; y si es malo,
son malos sus frutos.
Todo hombre es como un árbol moral, que produce algún tipo de fruto. Si
se quiere juzgarlo, sólo se tiene que esperar un poco y tener en cuenta sus
frutos: el resultado revela su naturaleza más íntima.
Ahora bien, sus frutos son sus obras, sus palabras, su conducta: ¿Acaso
se recogen uvas de los espinos, o higos de las zarzas?
Tengamos también en cuenta que Nuestro Señor no habla aquí de un árbol
completamente estéril, sino que habla de una planta que ciertamente produce fruto,
pero corrupto y en mal estado.
Terrible lección para esos hombres vanidosos de la raza de los
fariseos, que hacen algunas buenas obras en apariencia, pero en realidad sólo
dan frutos amargos, desagradables, estropeados por la falta de pureza de
intención u otro tipo razones.
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Para profundizar más en las advertencias de Nuestro Señor, consideremos
los caracteres del espíritu diabólico acerca de los movimientos o actos de nuestro
entendimiento.
San Juan Crisóstomo es del parecer que somos vencidos por el
demonio, no porque no sean fáciles de reconocer los engaños que urde contra
nosotros, sino porque teniendo a nuestro lado un enemigo tan formidable,
estamos profundamente dormidos, sin velar un punto en nuestra defensa; vivimos
sin pensar en eso, andamos muy negligentes y dormidos para nuestro daño.
Para conocer, pues, estas astucias malignas con que el demonio se
insinúa en nuestra inteligencia, consideremos las contraseñas que nos
proporcionan los autores espirituales.
Primer carácter del espíritu diabólico: es
espíritu de falsedad.
Sabemos que el espíritu divino enseña lo que es verdadero y no puede,
de ninguna manera, sugerir lo falso.
En cambio, el espíritu del mal es el espíritu de la mentira. El
demonio, siendo padre de la mentira, siempre busca inspirar en nuestra
inteligencia la falsedad.
Por lo tanto, cualquier idea o frase que se opone a una palabra de la
Sagrada Escritura, una Tradición apostólica o una Definición del Magisterio, no
puede ser sugerida por Dios, sino que se ha de atribuir al diablo.
Pero atención, es necesario tener presente que el demonio a veces nos
asalta descubiertamente, y otras veces nos arma las asechanzas ocultamente.
Cuando nos asalta al descubierto lo hace como fiero león; cuando nos asalta escondidamente
lo hace como dragón engañoso; y es más de temer el demonio
cuando viene a engañarnos con falsa apariencia, que cuando nos mueve a guerra a
cara descubierta.
El demonio, pues, siendo padre de la mentira, tiende siempre a introducir
alguna falsedad en nuestra inteligencia. Pero a veces lo hace descubiertamente,
a manera de león furioso, y otras ocultamente, a manera de dragón
engañador.
Nos asalta al descubierto, cuando nos mete en la cabeza especies contra
la fe, o contra el sentir unánime de los Santos Doctores, cuando nos excita
pensamientos poco conformes a la moralidad de las virtudes cristianas...
En tales casos, es fácil que sea el demonio conocido, porque aparece
con su misma cara, con el semblante de falsario y mentiroso.
Mas otras veces viene enmascarado insidiosamente y con apariencia de
Ángel, como
dice San Pablo. Nos dice cosas verdaderas, santas y conformes a la doctrina de la
fe y de la moral cristiana, pero con fin de mezclar entre muchas verdades
alguna falsedad, o para granjearse el crédito con lo verdadero, para engañarnos
al fin con lo falso.
Cuando el demonio viene así encubierto con aspecto devoto, no es tan
fácil el reconocerle. Y por eso debe examinarse con mucha diligencia las
máximas que en semejantes casos recibe la persona, y si no se las halla
concordes con las reglas ciertas y seguras de la verdad, deben ser tenidas por ilusión,
porque de otra suerte tomará el demonio mayor atrevimiento y mas fuerte posesión.
¡Atención! Porque el diablo se esconde como ángel de luz y puede decir cosas
verdaderas, santas y en consonancia con la doctrina católica...
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Segundo carácter del espíritu diabólico: sugiere
cosas inútiles, ligeras e impertinentes.
El demonio, cuando no halla modo de insinuarse con la falsedad y la mentira,
por no padecer vergonzosa repulsa, se vale de otra arte maligna, y es que
procura dar pasto al entendimiento con pensamientos inútiles, para que ocupado
con estos no se emplee en otros pensamientos santos y provechosos.
Vemos, pues, que lo propio del espíritu diabólico, es destilar en las
mentes de los fieles o cosas falsas para inducirlos al mal, o cosas
infructuosas para apartarlos del bien.
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Tercer carácter del espíritu diabólico: dejar
en la mente tinieblas o falsa luz.
El espíritu divino siempre trae la luz a nuestra inteligencia. Dios es
luz, sin mezcla alguna de tinieblas. Por el contrario, es propio del espíritu
del mal dejar la mente en la oscuridad o la luz falsa.
El demonio no solo es padre de la mentira, sino también de las tinieblas; y
por eso cuando nos embiste al descubierto hace lo que es propio suyo, y produce
en nuestra mente tinieblas, obscuridad y tenebrosidad.
Y entonces ofusca la inteligencia, obscurece el entendimiento, llena el
alma de turbaciones, inquietudes y angustias.
En estos casos es fácil de conocerle, porque produciendo efectos suyos propios,
por sí mismo se manifiesta.
Pero cuando el enemigo urde ocultamente sus tramas, entonces esparce
luces en nuestro entendimiento, pero luces falsas; porque su luz no es otra
cosa que una cierta luz natural que él despierta en la imaginativa, por la cual
representa, con alguna claridad, los objetos y excita alguna delectación en el
apetito sensitivo.
Pero no pasa aquella luz al entendimiento, ni puede hacerle apto para
penetrar las verdades divinas, y mucho menos engendrar en lo íntimo del
espíritu afectos de sincera devoción.
Así que todo el efecto de esta luz falaz se reduce a un cierto deleite
en los sentidos internos todo corporal, del todo superficial, y sin algún carácter
de verdadera espiritualidad.
Y después, esta misma delectación corpórea va a parar en inquietud y perturbación;
siendo posible entonces que el engañador, después de mucha disimulación y fingimiento,
se descubra finalmente por sí mismo.
El que no quiere quedar ciego para las cosas divinas, guárdese de las
tinieblas y de la luz falaz con que el pérfido engaña nuestro entendimiento.
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Cuarto carácter del espíritu diabólico: el
demonio es protervo.
El espíritu diabólico es espíritu de pertinacia. Así lo muestran en sí
mismos los herejes, los cuales jamás se rinden ni a la santidad de las
Escrituras, ni a la autoridad de los Sumos Pontífices, ni a la infalibilidad de
los Concilios, ni a la doctrina de los Santos Padres; sino que persisten
siempre obstinados en sus necias opiniones.
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Quinto carácter del espíritu diabólico: la
indiscreción con que incita a los excesos.
No se habla aquí de las obras malas a que de ordinario nos incita el
enemigo, sino de las obras que parecen buenas, a las cuales él tal vez
fraudulentamente nos estimula con alguna idea suya indiscreta.
Incitándonos a ellas con un fin malvado, procura que nos apartemos de la
rectitud con algún exceso.
Por lo cual, la sola indiscreción en las obras buenas, mayormente si es
notable y continua, da gran fundamento para creer que no son inspiradas por
Dios, que de ningún exceso es causa; sino sugeridas por su enemigo.
El espíritu del demonio se manifiesta por indiscreto; porque en las
obras buenas, que maliciosamente nos sugiere, no guarda ni la debida medida, ni
el debido tiempo, ni el debido lugar, ni el debido miramiento a la calidad de las
personas.
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Sexto carácter del espíritu diabólico: el
demonio incluye siempre pensamientos vanos y soberbios aun en medio de las
obras santas y virtuosas.
Ya se sabe que el demonio mete siempre pensamientos de propia estimación,
de preferencia y de desprecio de los otros, esforzándose en todas las ocasiones
a propagar en nosotros la soberbia de su mente, con la cual se levantó hasta querer
igualarse con el Altísimo.
Y por eso, quien se mueve por este aire vano en cualquiera cosa que
haga, es llevado del espíritu infernal.
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San Ignacio nos proporciona otro signo seguro: el
demonio, se comporta como un vano enamorado, al querer
mantenerse en secreto y no ser descubierto.
Y explica diciendo que un hombre vano, que hablando con mala intención
solicita a la hija de un buen padre o a la mujer de un buen marido, quiere que
sus palabras y seducciones permanezcan secretas, y por el contrario, le
desagrada mucho que la hija al padre o la mujer al marido le descubran sus
vanas palabras y su intención depravada, porque entonces deduce fácilmente que
no podrá salir con la empresa comenzada.
Del mismo modo, concluye el Santo doctor espiritual, el enemigo de la
naturaleza humana, cuando propone sus astucias y seducciones al alma justa,
quiere y desea que sean recibidas y mantenidas en secreto; pero cuando el alma
las descubre a su buen confesor o a otra persona espiritual, que conozca sus
engaños y malicias, entonces le desagrada mucho, porque deduce que, al ser
descubiertos sus engaños manifiestos, no podrá llegar hasta el fin con su
malicia comenzada.
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Para terminar, quiero hacer una aplicación práctica: ¿cuáles son hoy
los falsos profetas?
La situación que vivimos hoy es la culminación de un proceso que, si
bien tuvo origen el siglo XIV, comenzó a concretizarse con la rebelión
religiosa del siglo XVI, el protestantismo, cuando un tercio de la Cristiandad
se independizó de Roma.
Los pseudoprofetas del Siglo XVIII elaboraron el Enciclopedismo, que se
originó en Inglaterra, reinó en Francia, y, desde ella, en todo el mundo. De
allí nacieron el Capitalismo, el Liberalismo, el Comunismo y el Modernismo.
De este modo viene gestándose la herejía del Anticristo, compendio de
todas las herejías, que consiste en la adoración del hombre en lugar de Dios.
Dice San Pablo:
Primero tiene que venir la apostasía y manifestarse el Hombre
impío, el Hijo de perdición, el Adversario que se eleva sobre todo lo que lleva
el nombre de Dios o es objeto de culto, hasta el extremo de sentarse él mismo
en el Santuario de Dios y proclamar que él mismo es Dios. (…) La venida del
Impío estará señalada por el influjo de Satanás, con toda clase de milagros,
señales, prodigios engañosos, y todo tipo de maldades que seducirán a los que
se han de condenar por no haber aceptado el amor de la verdad que les hubiera
salvado. Por eso Dios les envía un poder seductor que les hace creer en la
mentira, para que sean condenados todos cuantos no creyeron en la verdad y
prefirieron la iniquidad.
Ahora bien, este impío, el Anticristo, es la Bestia del Mar, de la cual
nos habla el Apocalipsis:
Y vi surgir del mar una Bestia que tenía diez cuernos y siete
cabezas, y en sus cuernos diez diademas, y en sus cabezas títulos blasfemos. La
Bestia que vi se parecía a un leopardo, con las patas como de oso, y las fauces
como fauces de león: y el Dragón le dio su poder y su trono y gran poderío. Una
de sus cabezas parecía herida de muerte, pero su llaga mortal se le curó;
entonces la tierra entera siguió maravillada a la Bestia. Y se postraron ante
el Dragón, porque había dado el poderío a la Bestia, y se postraron ante la
Bestia diciendo: «¿Quién como la Bestia? ¿Y quién puede luchar contra ella?» Le
fue dada una boca que profería grandezas y blasfemias, y se le dio poder de
actuar durante 42 meses; y ella abrió su boca para blasfemar contra Dios: para
blasfemar de su nombre y de su morada y de los que moran en el cielo. Se le
concedió hacer la guerra a los santos y vencerlos; se le concedió poderío sobre
toda raza, pueblo, lengua y nación. Y la adorarán todos los habitantes de la
tierra cuyo nombre no está inscrito, desde la creación del mundo, en el libro
de la vida del Cordero degollado.
El Anticristo tendrá a su servicio otra Bestia, la Bestia de la Tierra,
que pondrá todo su poder al servicio de la Primera Bestia. Es el Falso Profeta,
puesto que tendrá un carácter religioso… El mar significa el mundo, lo profano,
lo temporal, lo político; mientras que la tierra significa la religión, lo
religioso, lo sacro…
Vi luego otra Bestia que surgía de la tierra y tenía dos cuernos
como de cordero, pero hablaba como una serpiente. Ejerce todo el poder de la
primera Bestia en servicio de ésta, haciendo que la tierra y sus habitantes
adoren a la primera Bestia, cuya herida mortal había sido curada. Realiza
grandes señales, hasta hacer bajar ante la gente fuego del cielo a la tierra; y
seduce a los habitantes de la tierra con las señales que le ha sido concedido
obrar al servicio de la Bestia...
Este Falso Profeta será el último falso profeta; y por sus frutos habrá que
reconocerlo; porque sus apariencias serán de Cordero… Sin embargo, Dios permite
siempre que en los disfrazados con piel de oveja aparezca en seguida la oreja o
la cola del lobo...
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El Padre Lacunza dice que el sacerdocio, y no otra cosa el que viene aquí
significado y anunciado para los últimos tiempos debajo de la metáfora de una
bestia con dos cuernos semejantes a los del cordero.
El sacerdocio que, como buen pastor y no mercenario, debía defender el
rebaño de Cristo, y poner por él su propia vida, será en aquellos tiempos su
mayor escándalo, y su mayor y más próximo peligro.
Los que ahora se admiren de esto, o se escandalizaren de oírlo, o lo
tuvieren por un despropósito increíble, es muy de temer, que llegada la
ocasión, sean los primeros que entren en el escándalo, y los primeros presos en
el lazo. Por lo mismo que tendrán por increíble tanta iniquidad en personas tan
sagradas, tendrán también por buena la misma iniquidad.
Consideradlo bien, y entenderéis fácilmente cómo la bestia de dos
cuernos puede hacer tantos males en los últimos tiempos. Entenderéis, digo,
cómo el sacerdocio de los últimos tiempos, corrompido por la mayor parte, pueda
corromperlo todo, y arruinarlo todo, como lo hizo el sacerdocio hebreo.
Entenderéis en suma, cómo el sacerdocio mismo de aquellos tiempos, con
su pésimo ejemplo, con persuasiones, con amenazas, con milagros fingidos, etc.,
podrá alucinar a la mayor parte de los fieles, podrá deslumbrarlos, podrá
cegarlos, podrá hacerlos desconocer a Cristo, y declararse en fin por sus
enemigos: se levantarán muchos falsos profetas, y engañarán a muchos. Y
darán grandes señales. Y porque se multiplicará la iniquidad, se resfriará la
caridad de muchos.
¿Qué pensáis que será cuando las simples ovejas de Cristo de toda edad,
de todo sexo, de toda condición, viéndose perseguidas de la primera bestia, y
amenazadas con la potencia formidable de sus cuernos, se acojan al abrigo de
sus pastores, implorando su auxilio, y los encuentren con la espada en la mano,
no cierto para defenderlas, como era su obligación; sino para afligirlas más,
para espantarlas más, para obligarlas a rendirse a la voluntad de la primera
bestia?
¿Qué pensáis que será, cuando poniendo los ojos en sus pastores, como
en su único refugio y esperanza, los vean temblando de miedo, mucho más que
ellos mismos, a vista de la bestia, y de sus cuernos coronados, por
consiguiente los vean aprobando prácticamente toda la conducta de la primera
bestia, aconsejando a todos que se acomoden con el tiempo por el bien de la
paz, que por este bien de la paz (falsa a la verdad) tomen el carácter de la
bestia en las manos o en la frente, esto es, que se declaren públicamente por
ella, fingiendo para esto milagros y portentos, para acabar de reducirlas con
apariencia de religión?
¿Qué pensáis que será, cuando muchos fieles justos y bien instruidos en
sus obligaciones, conociendo claramente que no pueden en conciencia obedecer a
las órdenes que saldrán en aquel tiempo de la potestad secular, se determinen a
obedecer a Dios, arriesgarlo todo por Dios, y se vean por esto abandonados de
todos, arrojados de sus casas, despojados de sus bienes, separados de sus
familias, privados de la sociedad y comercio humano, sin hallar quien les dé,
ni quien les venda, y todo esto por orden y mandato de sus propios pastores?
De manera, que así como los cuernos coronados de la primera bestia
significan visiblemente la potestad, la fuerza, y las armas de la potencia
secular de que aquella bestia se ha de servir para herir y hacer temblar toda
la tierra; así los cuernos de la segunda, semejantes a los de un cordero, no
pueden significar otra cosa, que las armas o la fuerza de la potestad
espiritual, las cuales aunque de suyo son poco a propósito para poder herir,
para poder forzar, o para espantar a los hombres; mas por eso mismo se concilia
esta potencia mansa y pacífica, el respeto, el amor y la confianza de los
pueblos; y por eso mismo es infinitamente más poderosa, y más eficaz para
hacerse obedecer, no solamente con la ejecución, como lo hace la potencia
secular, sino con la voluntad, y aun también con el entendimiento.
Mas esta bestia en la apariencia mansa y pacífica, esta bestia en la
apariencia inerme, pues no se le veían otras armas que dos pequeños cuernos
semejantes a los de un cordero, esta bestia tenía un arma horrible y
ocultísima, que era su lengua, la cual no era de cordero, sino de dragón: hablaba
como el dragón.
Hablará con dulzura, con halagos, con promesas, con artificio, con
astucias, con apariencias de bien, abusando de la confianza y simplicidad de
las pobres ovejas para entregarlas a los lobos, para hacerlas rendirse a la
primera bestia, para obligarlas a que la adoren, la obedezcan, la admiren, y
entren a participar o a ser iniciadas en su misterio de iniquidad.
Y si algunas se hallaren entre ellas tan entendidas que conozcan el
engaño, y tan animosas que resistan a la tentación (como ciertamente las habrá)
contra éstas se usarán, o se pondrán en gran movimiento las armas de la
potestad espiritual, o los cuernos como de cordero, prohibiendo que ninguno
pueda comprar, o vender, sino aquel que tiene la señal, o el nombre de la
bestia.
Éstas serán separadas de la sociedad y comunicación con las otras, a
éstas nadie les podrá comprar ni vender, si no traen públicamente alguna señal
de apostasía: porque ya habían acordado los judíos, dice el evangelista, que
si alguno confesase a Jesús por Cristo, fuese echado de la sinagoga (Joan. IX, 22).
Aplíquese la semejanza, sentencia el Padre Lacunza...
Guardaos de los falsos profetas que vienen a vosotros
disfrazados con pieles de ovejas, mas por dentro son lobos voraces: por sus
frutos los conoceréis.