sábado, 5 de diciembre de 2009

Domingo IIº Adviento


HOMILÉTICA

“Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó,
y sus discípulos se le acercaron.
Y tomando la palabra, les enseñaba”.



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SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO


San Juan Bautista, que en la cárcel había oído hablar de las obras de Cristo, envió dos de sus discípulos a preguntarle: “¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?”

Podemos interrogarnos, ¿por qué San Juan envió sus discípulos hacia Jesús?

El Bautista envió dos de sus discípulos, los más fieles, para preguntar a Jesús si era Él el que había de venir, es decir, si era el Cristo, el Mesías; o si debían esperar a otro.

San Juan hacía este planteamiento solamente por celo para con Jesús y por un verdadero amor para con sus discípulos.

En efecto, por una parte, él veía con dolor que varios de éstos, por celosías y por exceso de apego a él, su maestro, se escandalizaban de Jesús y no querían reconocer en él al Mesías prometido.

Por un otro lado, sabía que su final estaba cerca, y temía con razón que después de su muerte sus discípulos quedasen como ovejas sin Pastor, errantes, fuera del verdadero camino que él quería hacerles reconocer.

Es por eso que designa dos de ellos y los envía hacia Jesús, sabiendo que el Salvador, en su divina sabiduría, se dignaría responderles e informarlos como era necesario para encauzarlos por la senda recta.


Ahora bien, ¿cuál fue la respuesta de Jesús a los enviados de Juan?

Dado que se le hizo la pregunta en nombre de Juan, es también a él que Jesús envía la respuesta, aunque realmente se destinaba a los propios enviados y a todos los demás discípulos del Precursor.

Nuestro Señor, infinitamente bueno e infinitamente sabio, conociendo el pensamiento secreto de Juan, y lleno de misericordia para con sus discípulos, va a demostrarles a estos, no por palabras, sino por la prueba más indudable de todas (el testimonio de las obras), que es realmente el Mesías.

Por lo tanto, por su propia virtud, y sin alegar la ayuda de un poder superior, opera ante ellos asombrosos milagros y les hace ver la realización de las profecías concernientes a su Persona.

En efecto, completa San Lucas en el pasaje paralelo a San Mateo, “en aquel momento curó a muchos de sus enfermedades y dolencias, y de malos espíritus, y dio vista a muchos ciegos”.

Y añadió: “Id y contad a Juan lo que oís y veis: los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Nueva”.


“Id y contad a Juan lo que oís y veis”, como si les dijese: Todo lo que los Profetas han predicho sobre el Mesías prometido, yo lo hago. Veis realizarse los oráculos de los Profetas, en particular, los de Isaías. Las obras que hago dan testimonio y prueban que el Padre me envió. Así pues, juzgad por vosotros mismos si soy el Cristo anunciado, o si debéis esperar a otro.


San Juan Bautista, al enviar sus discípulos hacer esta pregunta a Jesús, no dudaba de ninguna manera de que fuera el Mesías; pero quería vencer su incredulidad y comprometerlos a reconocerlo como el Mesías prometido.

¡Cuántos hombres, aún hoy, se asemejan a estos discípulos de Juan!: no tienen una fe firme y práctica en Jesús; unos por malicia e impiedad, otros por ceguera procedente de las pasiones, otros, en fin, por una ignorancia más o menos culpable.

Que estos incrédulos escuchen y mediten la respuesta de Jesús.

Ahora bien, el Salvador prueba su divinidad y su misión: 1) por su doctrina; 2) por la santidad de su vida; 3) por sus milagros.


1) Por su doctrina:
¡Cuán culpables eran, pues, los Judíos que no querían oír esta doctrina! ¡Cuán culpables los que, admirándolo por su sabiduría, no querían seguirlo ni reconocerlo como Dios!

Pero cuánto más culpables son los cristianos de hoy, que imitan a los judíos contemporáneos de Jesús; ¡y a qué castigos se exponen!


2) Por la santidad de su vida:
Nuestro Señor era el modelo vivo de todas las virtudes y de todas las perfecciones.

Bienaventurados los que lo reconocen como su Maestro y que se esfuerzan en seguirlo.


3) Por sus milagros:
Los discípulos de Juan, en esta ocasión, fueron testigos, con todos los judíos, de los diversos y numerosos milagros que hacía Jesús.

Podían y debían reconocer claramente por estos prodigios que era el Mesías prometido, anunciado, esperado; ya que Jesús operaba estos milagros precisamente con esta finalidad.

Y estos milagros eran evidentes, públicos, multiplicados, perpetrados en nombre propio y por una sola palabra.

Y con todo, ¡se negaron a creer en Él!

Era necesario ser ciego y tener el corazón endurecido como ellos para negarse a adorar y seguir a Jesús, a pesar de tantos milagros.



Nuestro Señor concluye su respuesta con estas sorprendentes palabras: “¡Y bienaventurado aquel que no halle escándalo en mí!” Como si dijera: ¡Bienaventurado aquel para quien Yo no constituya una ocasión de caída o de pecado!

Estas palabras debieron conmover e impresionar a los enviados de Juan; ya que ellos, efectivamente, se escandalizaban internamente de Jesús, y era precisamente para curarlos que Juan los habían enviado ante Jesús.


La sentencia no podía emitirse con mayor delicadeza y bondad. Es como si Jesús les dijese:

Bienaventurados seréis si, después de haber visto tantas pruebas de mi divinidad, no os escandalizáis de la debilidad de mi humanidad; si lo que hay del hombre en mí no os impide reconocer a Dios.


Bienaventurado aquel que no halle escándalo en mí… Estas palabras recuerdan las del santo anciano Simeón: Este Niño está en el mundo para la caída y la resurrección de un gran número en Israel, y para ser un signo de contradicción.

La posición en pro o en contra de Jesús será el último factor de la única legítima discriminación de los hombres.

¡Escandalizarse de Jesús! Parece irónico decir esto de la santidad misma. Pero es el mismo Jesús quien se anuncia como piedra de escándalo.

Jesús es signo de contradicción, y todo su Evangelio y la historia de la Iglesia por Él fundada son una demostración de ello.


Bienaventurado aquel que no halle escándalo en mí. Es decir, dichoso el que sabe reconocer que los oráculos de los Profetas se cumplen realmente en Mí y no tropieza y cae en la duda como los demás, escandalizados por las apariencias de que soy un carpintero, y porque mi doctrina es contraria a la de los hombres tenidos por sabios y virtuosos como los fariseos.


Los fariseos orgullosos se escandalizaban…Y después ellos se escandalizaron los filósofos paganos… Y aún hoy, ¡cuántos falsos sabios!, ¡cuántos científicos hinchados de su ciencia!, ¡cuántos ricos y felices según el mundo se escandalizan de Jesucristo!…

¡Cuántos cristianos, consagrados a sus vicios, se escandalizan de Nuestro Señor, de su doctrina, de su moral, de su Iglesia, y desprecian nuestra Santa Religión!…

¡Cuántos católicos se escandalizan ante la crisis de la sociedad y de la Iglesia!…

¡Cuántos “tradicionalistas” se escandalizan de la Tradición!…


Bienaventurado aquel que no halle escándalo en mí… Por estas palabras, Nuestro Señor reconoce por sus verdaderos discípulos a aquéllos que no se avergüenzan de Él y que lo siguen de todo corazón…

Pero también declara excluidos de su Reino a todos los incrédulos, orgullosos, tibios, que se niegan a reconocerlo, adorarlo, seguirlo…


Consideremos qué significa escandalizarse de Jesucristo

1º) Es negarse, a pesar de sus milagros, reconocerlo por nuestro Dios y adorarlo; y eso a causa de su debilidad aparente, de su pobreza, de sus humillaciones, de su Pasión…, como hicieron los judíos, como lo hacen aún tantos ateos…

2º) Es negarse a creer en el conjunto de los dogmas de la religión, o tal o cual en particular, con el pretexto de que no se los comprende, o que chocan a la razón, o a la supuesta sabiduría del mundo…

3º) Es negarse ajustarse a las máximas y a los ejemplos de Jesucristo, tan contrarios al espíritu del mundo, a las ideas del paganismo, a la triple concupiscencia…

4º) Es negarse a observar algunos preceptos de Dios y de la Iglesia, bajo pretexto de que son demasiado difíciles, más allá de fuerzas de la naturaleza…

5º) Es enrojecer del título de cristiano, no atreverse a declararse tal, ni practicar la religión por temor de perder un empleo o una función, por temor de las persecuciones o de burlas de los mundanos…


¡Cuán frecuentes son hoy en día estas clases de escándalos!

¡Cuántos paganos vemos cerrar obstinadamente los ojos a la luz!

¡Cuántos cristianos viven como verdaderos paganos!


En fin de cuentas, ¿cuáles son las causas de esta ceguera y de estas defecciones?:

Las malas pasiones,
El amor desenfrenado de las riquezas y de los placeres,
El orgullo,
La cobardía,
El respeto humano…


La frase de Nuestro Señor también se puede entender de este modo: Desdichado aquel que halle escándalo en mí…

¿Por qué desdichado? Porque resistiendo a Nuestro Señor y rechazando sus gracias, se abandona a sí mismo y a su sentido depravado.

De este modo:

Su espíritu se cubre con gruesas tinieblas,
Están fuera de la verdad y de la virtud,
Su corazón es esclavo de las pasiones,
No tienen ni paz, ni alegría, ni verdadera vida…


Consideremos lo que les pasó a los judíos, por escandalizarse de Jesucristo:

Según su horrendo pedido, la Sangre de Nuestro Señor volvió a caer sobre ellos y sobre sus niños,
Se constituyeron en el pueblo deicida y maldito, aún hoy, hasta su conversión,


¿Qué ocurrió con esos pueblos, antes tan florecientes, que se escandalizaron de tal o cual punto de la doctrina católica y permanecen desde el siglo once siempre en rebelión contra el Primado de Pedro?

Encontraron la ruina, la depravación, la dominación del comunismo o de Mahoma…


Contemplemos esas naciones paganas, endurecidas en su idolatría, negándose por orgullo a recibir la doctrina de Jesucristo...


Desdichados, especialmente, todos los malos cristianos (naciones o individuos), que se escandalizan de Jesucristo y de su Iglesia, que se burlan de los dogmas y prácticas de la religión, que son apóstatas de hecho…

¡Qué decadencia moral! ¿Dónde está en ellos la justicia, la honradez, la virtud?…

Se niegan a adorar a Jesucristo; pero van a prosternarse delante del becerro de oro, delante de los ídolos de carne, ante el mismo Satanás…

No hay paz…, por todas partes hay guerras, confusión, ruinas…


Desdichados todos los católicos que se escandalizan de la Tradición… que en estos tiempos apocalípticos no quieren seguir la consigna de conservar los restos de lo que han recibido, y se prometen un reflorecimiento, sin reconocer los signos de los tiempos y poniendo sus esperanzas en esos restos que, de todos modos, son cosas perecederas…


Desgraciados y mil veces desdichados los individuos, las familias y las sociedades que han renegado de Cristo y han edificado sus destinos sobre otro fundamento, contrario al del Salvador.

Nuestro Señor es la piedra escogida. Pero esta piedra puede ser de salvación o de condenación…, piedra fundamental, piedra angular… o piedra de escándalo y de tropiezo…

Lo mismo sucede con aquellos que construyen y edifican “al margen” de Nuestro Señor; porque, aunque no lo hagan contra Él, quien no está con Él está contra Él.

A todos aquellos, individuos, familias o sociedades que no han querido fundarse en Jesucristo y le dijeron: no queremos que reines sobre nosotros…nos escandalizamos de tu doctrina, de tus mandamientos, de tu moral, de tus exigencias… a todos ellos Nuestro Señor responde a su turno: La piedra que los constructores desecharon, se ha convertido en piedra angular. Por eso os digo: Se os quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos… Todo el que caiga sobre esta piedra, se destrozará, y a aquel sobre quien ella caiga, le aplastará…


Si no ha llegado el momento de que Cristo reine sobre los individuos, sobre las familias y sobre las naciones, tampoco ha de llegar el tiempo en que individuos, familias y naciones alcancen estabilidad y felicidad, porque no hay otro Nombre dado a los hombres por medio del cual puedan ser salvos.


En cambio, a los que creen, a los que aceptan, a los que no se escandalizan, Nuestro Señor los sostiene, los fortalece y los salva.

Bienaventurado aquel que no halle escándalo en mí… Jesús promete a los que lo reconocen y lo aman, la abundancia de sus bienes espirituales, sus gracias y sus bendiciones en este mundo, y la felicidad eterna en otro…

Bienaventurado aquel que no halle escándalo en mí… y a pesar de mis humillaciones me escucha y me sigue…

Dichoso el que, a pesar de las apariencias, juzga con juicio recto y, al pie de la Cruz, sigue creyendo todavía, contra toda esperanza, como creyó mi Madre Santísima, porque comprende las Escrituras, según las cuales era necesario que el Mesías padeciese mucho y muriese para recién después resucitar.


Bienaventuradas las naciones fieles, que no se avergüenzan de reconocer a Jesús como su Rey; que ponen el Evangelio como base de sus leyes y de sus instituciones…

La historia nos muestra que, por esto, han sido bendecidas, grandes y gloriosas…

¡Desgraciadamente! ¿dónde se hallan hoy?


Bienaventuradas las familias que fundan su gloria en servirlo, amarlo, imitarlo y en observar escrupulosamente sus menores preceptos hasta que Él vuelva…


Bienaventurado el individuo que de todo corazón, cree en todos los misterios y en todos los artículos de nuestra fe, que adora a Jesucristo, tanto en Belén, como en el Calvario o en el Santísimo Sacramento…



Pero Él tarda… se hace esperar… la espera se prolonga…

Llegan momentos de angustia en la vida de un hombre, de una familia, de una sociedad; momentos en los cuales se piensa que ya no se puede sufrir, soportar más la situación…

La carga nos aplasta, sentimos que las fuerzas nos abandonan y que hasta la voluntad está como paralizada para seguir luchando…

En esos momentos queremos poner fin a tal situación; de cualquier manera deseamos terminar con ella, sea huyendo hacia otro ambiente, sea, si no sabemos dónde ir, huyendo hacia la muerte…

Pero quien confía en esa Piedra angular, que es Cristo, quien ha puesto toda su confianza en esta Roca inconmovible, sigue luchando aunque más no sea con la consigna de no dejarse vencer.

Quien así confía y combate, permanece en el lugar que Dios le ha asignado y lleva toda su pena, sus desengaños, su desaliento, su cansancio, su misma miseria, al huerto de Getsemaní y al pie del Calvario… Y allí, junto a la Cruz, si no encuentra alegría, al menos halla resignación y fortaleza para cumplir la voluntad divina…


¡Id, pues, y contad al mundo todo lo que habéis visto y oído!

¡Bienaventurado aquel que no halle escándalo en mí…!



TEXTOS PARA MEDITAR


Salmo 117, 22: La piedra que rechazaron los constructores ha venido a ser la piedra angular.



Isaías 8, 11-15: Pues así me ha dicho Yahvé cuando me tomó de la mano y me apartó de seguir por el camino de ese pueblo: No llaméis conspiración a lo que ese pueblo llama conspiración, ni temáis ni tembléis de lo que él teme.
A Yahvé de los Ejércitos, a Él tened por santo, sea Él vuestro temor y Él vuestro temblor.
Él será vuestra santidad, mas también una piedra de tropiezo y una roca de escándalo para las dos Casas de Israel; lazo y trampa para los moradores de Jerusalén.
Allí tropezarán muchos, caerán y serán quebrantados; y serán atrapados y quedarán presos.


Isaías 28, 16: Por eso, así dice el Señor Yahvé: “He aquí que yo pongo por fundamento en Sión una piedra, piedra elegida, piedra angular, preciosa, sólidamente asentada; quien tuviere fe en ella no vacilará.


Daniel 2, 34-35, 44-45: Tú estabas mirando, cuando de pronto una piedra se desprendió, sin intervención de mano de hombre, vino a dar a la estatua en sus pies de hierro y arcilla, y los pulverizó. Entonces quedó pulverizado todo a la vez: hierro, arcilla, bronce, plata y oro; quedaron como el tamo de la era en verano, y el viento se lo llevó sin dejar rastro. Y la piedra que había golpeado la estatua se convirtió en un gran monte que llenó toda la tierra (…) En tiempo de estos reyes, el Dios del cielo hará surgir un reino que jamás será destruido, y este reino no pasará a otro pueblo. Pulverizará y aniquilará a todos estos reinos, y él subsistirá eternamente: tal como has visto desprenderse del monte, sin intervención de mano humana, la piedra que redujo a polvo el hierro, el bronce, la arcilla, la plata y el oro.


San Mateo 21, 42-46: Y Jesús les dice: ¿No habéis leído nunca en las Escrituras: “La piedra que desecharon los que edificaban, ésta he venido a ser cabeza de esquina; fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos? Por eso os digo: Se os quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos. Todo el que caiga sobre esta piedra, se hará pedazos, y a aquel sobre quien ella caiga, lo hará polvo” Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que estaba refiriéndose a ellos. Y trataban de detenerle, pero tuvieron miedo a la gente porque le tenían por profeta.


San Marcos 12, 10: ¿No habéis leído esta Escritura: “La piedra que desecharon los que edificaban, ésta he venido a ser cabeza de esquina; de parte del Señor esto ha ido hecho, y es maravilloso a nuestros ojos?” Trataron, entonces, de prenderlo, pero temían al pueblo. Habían comprendido, en efecto, que la parábola la había dicho por ellos. Y dejándole, se fueron.


San Lucas 20, 15-19: Y, echándole fuera de la viña, le mataron. ¿Qué hará, pues, con ellos el dueño de la viña? Vendrá y dará muerte a estos labradores, y entregará la viña a otros. Al oír esto, dijeron: “De ninguna manera”. Pero él clavando en ellos la mirada, dijo: “¿Qué es aquello que está escrito: La piedra que desecharon los que edificaban, ésta he venido a ser cabeza de esquina? Todo el que caiga sobre esta piedra, quedará hecho pedazos, y a aquel sobre quien ella caiga, lo hará polvo”. Los escribas y los sumos sacerdotes trataron de echarle mano en aquel mismo momento; pero tuvieron miedo al pueblo, porque habían comprendido que aquella parábola la había dicho por ellos.


Hechos 4, 10-12: Sabed todos vosotros y todo el pueblo de Israel que ha sido por el Nombre de Jesucristo, el Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por su Nombre y no por ningún otro se presenta éste aquí sano delante de vosotros. Él es la piedra que vosotros, los constructores, habéis despreciado y que se ha convertido en piedra angular. Porque no hay bajo el cielo otro Nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos.


Efesios 2,20-21: Edificados obre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo piedra angular elñ mismo Cristo Jesús, en quien todo el edificio, armónicamente trabado, crece para templo santo en el Señor.


I Pedro 2, 4-8: Acercándoos a Él, piedra viva, desechada por los hombres, pero elegida, preciosa ante Dios, también vosotros, cual piedras vivas, entrad en la construcción de un edificio espiritual, para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, aceptos a Dios por mediación de Jesucristo. Pues está en la Escritura: He aquí que coloco en Sión una piedra angular, elegida, preciosa y el que crea en ella no será confundido. Para vosotros, pues, creyentes, el honor; pero para los incrédulos, la piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido, en piedra de tropiezo y roca de escándalo. Tropiezan en ella porque no creen en la Palabra; para esto han sido destinados.


San Mateo 13, 54-58: Viniendo a su patria, les enseñaba en su sinagoga, de tal manera que decían maravillados: “¿De dónde le viene a éste esa sabiduría y esos milagros? ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? Y sus hermanas, ¿no están todas entre nosotros? Entonces, ¿de dónde le viene todo esto?” Y se escandalizaban a causa de Él. Mas Jesús les dijo: “Un profeta sólo en su patria y en su casa carece de prestigio.” Y no hizo allí muchos milagros, a causa de su falta de fe.


San Lucas 2, 34-35: Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: “Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción; y a ti misma una espada te atravesará el alma, a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones”.


San Juan 6, 60-67: Muchos de sus discípulos, al oírle, dijeron: “Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?” Pero sabiendo Jesús en su interior que sus discípulos murmuraban por esto, les dijo: “¿Esto os escandaliza? ¿Y cuando veáis al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? El espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida. Pero hay entre vosotros algunos que no creen.” Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. Y decía: “Por esto os he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo concede el Padre.” Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él. Jesús dijo entonces a los Doce: “¿También vosotros queréis marcharos?”


San Juan 9, 39-41: Y dijo Jesús: “Para un juicio he venido a este mundo: para que los que no ven, vean; y los que ven, se vuelvan ciegos.” Algunos fariseos que estaban con él oyeron esto y le dijeron: “¿Es que también nosotros somos ciegos?” Jesús les respondió: “Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; pero, como decís: "Vemos" vuestro pecado permanece”.