domingo, 4 de noviembre de 2012

23º post Pentecostés

VIGESIMOTERCER DOMINGO
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS


Ya en su tiempo tuvo que escribir San Pablo a los fieles de Filipos, como lo presenta la Epístola de hoy: Porque son muchos los que andan, de quienes frecuentemente os dije, y ahora con lágrimas os lo digo, como enemigos de la cruz de Cristo.

San Pablo apuntaba a los que se ocupaban en ejercitar su enemistad contra la Cruz de Cristo enseñando que nadie puede salvarse sino por medio de las observancias legales judaicas, con lo que reducían a nada la virtud de la Cruz de Cristo.

En efecto, sentenció el Apóstol: Si por la Ley Antigua se obtiene la justicia, luego en balde, esto es, sin ningún provecho, murió Cristo.

Ya había dicho: A la verdad que la predicación de la cruz parece una necedad a los ojos de los que se pierden; mas para los que se salvan, esto es, para nosotros, es la virtud y poder de Dios.

¿Y qué consecuencias podía tener eso? Ciertamente para nosotros la vida por la Cruz de Cristo; para ellos, por el contrario, la muerte en que incurrirán; en razón de lo cual dice San Pablo: Cuyo paradero es la perdición, es a saber, la muerte eterna.

+ + +

También en la actualidad son muchos los que andan como enemigos de la Cruz de Cristo.

Algunos lo son en el orden espiritual; otros en el plano doctrinario. Consideremos unos y otros.

En cuanto a los enemigos de la Cruz de Cristo en lo espiritual, lo mejor es presentar para la meditación un resumen de la doctrina de San Luis María Grignon de Montfort en su magnífica Carta a los Amigos de la Cruz. Dice el Santo doctor:


Un Amigo de la Cruz es un hombre escogido por Dios, entre diez mil personas que viven según los sentidos y la sola razón, para ser un hombre totalmente divino, que supere la razón y se oponga a los sentidos con una vida y una luz de pura fe y un amor vehemente a la Cruz.

Un Amigo de la Cruz es un rey todopoderoso, un héroe que triunfa del demonio, del mundo y de la carne en sus tres concupiscencias. Al amar las humillaciones, arrolla el orgullo de Satanás. Al amar la pobreza, triunfa de la avaricia del mundo. Al amar el dolor, mortifica, la sensualidad de la carne.

Su corazón se eleva por encima de todo lo caduco y perecedero. Su conversación está en los cielos. Pasa por esta tierra como extranjero y peregrino, sin apegarse a ella; la mira de reojo, con indiferencia, y la huella con desprecio.

Queridos Amigos de la Cruz, ¿obráis en conformidad con lo que significa vuestro grandioso nombre?

¿Tenéis, por lo menos, verdadero deseo y voluntad sincera de obrar así, con la gracia de Dios, a la sombra de la Cruz del Calvario y de Nuestra Señora de los Dolores?

¿Utilizáis los medios necesarios para conseguirlo?

¿Habéis entrado en el verdadero camino de la vida, que es el sendero estrecho y espinoso del Calvario?

¿No camináis, sin daros cuenta, por el sendero ancho del mundo, que conduce a la perdición?

¿Sabéis que existe un camino que al hombre le parece recto y seguro, pero lleva a la muerte?

¿Sabéis distinguir con certeza entre la voz de Dios y su gracia y la del mundo y de la naturaleza?

¿Percibís con claridad la voz de Dios, nuestro Padre bondadoso, quien os grita con amor: Apartaos, pueblo mío escogido; apartaos de los mundanos, a quienes maldice mi Majestad, excomulga mi Hijo y condena mi Espíritu Santo?

¡Cuidado con sentaros en su cátedra pestilente! ¡No acudáis a sus reuniones! ¡No os detengáis en sus caminos! ¡Huid de la populosa e infame Babilonia! ¡Escuchad tan sólo la voz de mi Hijo predilecto y seguid sus huellas! Yo os lo di para que sea camino, verdad, vida y modelo vuestro: Escuchadle.

¿Escucháis la voz del amable Jesús? Él, cargado con la cruz, os grita: Veníos conmigo. El que me sigue no andará en tinieblas. ¡Ánimo, que yo he vencido al mundo!

***

Queridos hermanos, ahí tenéis los dos bandos con los que a diario nos encontramos: el de Jesucristo y el del mundo.

A la derecha, el de nuestro amable Salvador. Sube por un camino estrecho y angosto como nunca a causa de la corrupción del mundo. El buen Maestro va delante, descalzo, la cabeza coronada de espinas, el cuerpo ensangrentado y cargado con una pesada Cruz. Sólo le sigue un puñado de personas.

A la izquierda, el bando del mundo o del demonio. Es el más nutrido, el más espléndido y brillante, al menos, en apariencia.


Acordaos de que el buen Jesús os está mirando y os dice a cada uno en particular:

“Casi todos me abandonan en el camino real de la Cruz. Los idólatras, enceguecidos, se burlan de mi Cruz como si fuera una locura; los judíos, en su obstinación, se escandalizan de ella como si fuera un objeto de horror; los herejes la destrozan y derriban como cosa despreciable.

Pero –y esto lo digo con los ojos arrasados en lágrimas y el corazón traspasado de dolor– mis hijos, criados a mis pechos e instruidos en mi escuela, mis propios miembros, vivificados por mi Espíritu, me han abandonado y despreciado, haciéndose enemigos de mi Cruz.

¿También vosotros queréis marcharos? ¿También vosotros queréis abandonarme, huyendo de mi cruz, igual que los mundanos, que en esto son otros tantos anticristos?

¿Queréis –para conformaros a este siglo– despreciar la pobreza de mi Cruz para correr tras las riquezas; esquivar los dolores de mi Cruz para buscar los placeres; odiar las humillaciones de mi Cruz para codiciar los honores?”

Ante llamada tan amorosa de Jesús, superémonos a nosotros mismos. No nos dejemos arrastrar por nuestros sentidos. Miremos solamente al autor y consumador de nuestra fe: Jesucristo crucificado.

Huyamos de la corrupción que existe en el mundo corrompido. Amemos a Jesucristo como se merece, es decir, llevando la Cruz en su seguimiento.

***

Meditemos detenidamente estas admirables palabras de nuestro amable Maestro, pues encierran toda la perfección cristiana: El que quiera venirse conmigo, que reniegue de sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.

En efecto, toda la perfección cristiana consiste:

En querer ser santo: El que quiera venirse conmigo.

En abnegarse: que reniegue de sí mismo.

En padecer: que cargue con su cruz.

En obrar: y me siga.


El que quiera venirse conmigo

El que quiera. Y no los que quieran, para indicar el reducido número de los elegidos que quieren conformarse a Jesucristo llevando la cruz. Es tan limitado, tan limitado este número, que, si lo conociéramos, quedaríamos pasmados de dolor.

El que quiera. El que tenga voluntad sincera, voluntad firme y resuelta. Y esto no por instinto natural, rutina, egoísmo, interés o respeto humano, sino por la gracia triunfante del Espíritu Santo, que no se comunica a todos.

El que quiera venirse conmigo, que me humillé y anonadé tanto que parezco más gusano que hombre; conmigo, que vine al mundo solamente para abrazar la Cruz; para suspirar por ella toda mi vida, prefiriéndola a todos los goces y delicias del cielo y de la tierra.


Que reniegue de sí mismo

¡Lejos de la compañía de los Amigos de la Cruz los que sufren orgullosamente, los sabios según el siglo, los grandes genios y espíritus agudos, henchidos y engreídos de sus propias luces y talentos! ¡Lejos de aquí los grandes charlatanes, que aman mucho el ruido, sin otro fruto que la vanidad! ¡Lejos de aquí los devotos orgullosos, que hacen resonar en todas partes el “en cuanto a mí” del orgulloso Lucifer: No soy como los demás: que no pueden soportar que los censuren, sin excusarse; que los ataquen, sin defenderse; que los humillen, sin ensalzarse!


Que cargue con su cruz

¡La suya propia! Que ese tal, ese hombre, esa mujer excepcional que toda la tierra no alcanzaría a pagar, cargue con alegría, abrace con entusiasmo y lleve con valentía sobre sus hombros la propia cruz y no la de otro; cuyas dimensiones tracé con mi propia mano con extraordinaria perfección; que le he fabricado con un trozo de la que llevé al Calvario.

Que la cargue: que no la arrastre, ni la rechace, ni la recorte, ni la oculte.

Que cargue con la Cruz, puesto que nada hay tan necesario, tan útil, tan dulce ni tan glorioso como padecer algo por Jesucristo.


Y me siga

Pero no basta sufrir, el demonio y el mundo tienen sus mártires. Hay que sufrir y llevar la Cruz en pos de Jesucristo: ¡me siga!

+ + +

En cuanto a los enemigos de la Cruz de Cristo en el orden doctrinario, dos son las principales manifestaciones, que se identifican en su intención de evacuar la renovación y aplicación del Santo Sacrificio de la Cruz, mediante la adulteración del Santo Sacrificio de la Misa.

Como ya habréis comprendido, me refiero al Novus Ordo Missæ de Pablo VI y al Motu proprio Summorum Pontificum de Benedicto XVI.

Habiendo comprendido el Demonio toda la fuerza y eficacia de la Santa Misa, todo el empeño del infierno está puesto en obstaculizar, interrumpir, imposibilitar, detener la celebración del Santo Sacrificio del Altar, ya sea modificando las rúbricas de la Liturgia de la Santa Iglesia Romana, ya sea cambiando la doctrina sobre el Augusto Sacrificio.

***

Respecto del Novus Ordo Missæ, tema ya bien estudiado, remito ahora a las 60 Razones por las que, en conciencia, no se puede asistir a la “Nueva Misa” o Misa de Pablo VI.

Su lectura y reflexión es necesaria a quien desconoce el tema. De ellas, sólo recuerdo las siguientes:

Porque fueron seis pastores protestantes los que colaboraron en su confección.

Porque la Misa Nueva obedece al mismo esquema de la Misa protestante de Cranmer.

Porque la Misa Nueva fue elaborada de acuerdo con la definición protestante de la Misa: “La Cena del Señor o Misa es la sagrada sinaxis o asamblea del Pueblo de Dios que se congrega, presidida por el sacerdote, para celebrar el memorial del Señor”.

Porque la Nueva Misa representa “un alejamiento impresionante de la Teología Católica de la Misa según fue formulada en la Sesión XXII del Concilio de Trento” que, al establecer los “cánones”, proporcionaba una “barrera infranqueable a cualquier herejía que fuera en contra de la integridad del Ministerio”.

Porque la Misa Nueva no manifiesta, de modo claro, como en la Misa Tradicional, la Fe en la presencia Real de Nuestro Señor.

Porque confunde de algún modo la presencia Real de Cristo en la Eucaristía con la presencia en la palabra de la Biblia y su presencia espiritual en medio de los fieles: proximidad con los errores protestantes.

Porque facilita la confusión entre el Sacerdocio Jerárquico y el sacerdocio común de los fieles, como pretenden los protestantes.

Porque favorece la Teoría protestante de que la Fe de los fieles, y no la palabra del Sacerdote, es la que hace estar presente a Cristo en la Eucaristía.

Porque el modo narrativo de la consagración induce a creer que se trata sólo de una memoria de la Cena y no un verdadero y propio Sacrificio (tesis protestante).

Porque, por las graves omisiones, llevan a pensar que se trata sólo de una cena o de un sacrificio de acción de gracias solamente y no de un sacrificio propiciatorio; esto es, que favorece el error protestante de que la Misa es sólo un banquete y que el sacerdote sólo es presidente de la asamblea.

Porque, con las otras innovaciones a que prestó ocasión, como el altar en forma de mesa, el sacerdote orientado hacia el pueblo, la Comunión de pie o en la mano no sólo dio margen a abusos, sino que favorece la doctrina protestante, según la cual la misa es sólo un banquete y el sacerdote solamente presidente de la asamblea.

Porque, debido a todos esos errores y ambigüedades del rito, corre fácilmente el riesgo de ser celebrada inválidamente, quedando así la Iglesia privada del verdadero sacrificio, y nosotros expuestos a la ira de Dios. El Breve Examen Crítico plantea la cuestión crucial: “Los sacerdotes que en un futuro próximo no hubieran recibido la formación tradicional, y que se fiaran en el Nuevo Ordo de la Misa y en su ‘Institutio generalis’ para hacer lo que hace la Iglesia, ¿consagrarán válidamente? Es legítimo dudarlo.”

***

En cuanto al Motu proprio de Benedicto XVI, debemos tener en cuenta que desde abril de 1969 dos Misas, una legítima y otra bastarda, dividieron trágicamente a los católicos. Es tema conocido, aceptado y vivido por todos.

Pablo VI quiso, explícitamente y de hecho, reemplazar el Ordo Tradicional por el des-Ordo Nuevo; hacer que el Novus Ordo Missæ ocupase de hecho el lugar del Antiguo. Pero, de derecho, Pablo VI nunca abrogó la Misa Romana, e incluso ni siquiera la prohibió.

Contrariamente a lo que muchos querían hacer creer y otros muchos creían, la Misa Romana continuó siendo, desde un punto de vista estrictamente jurídico y canónico, la Misa oficial y única del Rito Latino Romano de la Iglesia Católica.

Hasta el 7 de julio de 2007, era claro, para quien lo quiera ver, que todo sacerdote tenía el deber (y por lo tanto el derecho) de rezar la Santa Misa conforme a ese Misal.

Pero de hecho, desde 1969, los sacerdotes que deseaban mantener la Misa Romana fueron brutalmente perseguidos por los partidarios de la Nueva Misa, enemigos de la Cruz de Cristo.

Por lo tanto, el mantenimiento del Misal Romano tuvo que llevarse a cabo en una aparente y creciente desobediencia: fundación de seminarios y prioratos, ocupación de iglesias, construcción de centros de Misa, ordenaciones sacerdotales, consagraciones episcopales…

Fue entonces, y sólo para obstaculizar y reabsorber esta legítima reacción, que el Vaticano se interesó por la Misa Romana.

Las medidas adoptadas por la Roma modernista y anticristo tendían realmente a sofocar y eliminar el Misal Romano, y no a conservarlo y difundirlo.

En octubre de 1984, Juan Pablo II firmó un primer indulto, por el cual autorizaba a los obispos conceder, bajo ciertas condiciones inaceptables, la Misa Romana.

En julio de 1988, debido a las consagraciones episcopales realizadas por Monseñor Marcel Lefebvre y Monseñor de Castro Mayer, la operación es nuevamente intentada.

En los papeles, las condiciones son las mismas de 1984: no se declara obligatoria la Misa Romana; ni siquiera se la permite universalmente, sino sólo para algunos grupos de fieles y para algunos sacerdotes.

Además, tanto unos como otros son impelidos a admitir la nueva misa protestantizante.

No faltaron enemigos de la Cruz de Cristo que se acogieron a estos verdaderos insultos de la Santa Misa. Sacerdotes y laicos ilusos cayeron en la trampa de estos pasos intermedios..., necesarios al proceso revolucionario.

***

En julio de 2007, con el Motu proprio de Benedicto XVI, encontramos una vez más el mismo desprecio por la Misa Romana…

Pero este desdén ha sido capaz de adaptarse a las circunstancias y ha sabido aceptar, con sagacidad sibilina, la realidad de la defensa del Misal Romano y del rechazo del Nuevo Misal.

De este modo, se busca distorsionar esa defensa y ese rechazo, al mismo tiempo que se ofrecen componendas. El objetivo es siempre el mismo: eliminar el Misal Romano.

La Revolución Conciliar permitirá, si es necesario incluso por largo tiempo, que los sacerdotes celebren la Misa Romana, porque lo esencial es que acepten un rito ambiguo y protestantizante. El resto vendrá después.

A la luz de estas reflexiones debemos juzgar el Motu proprio de Benedicto XVI.

La fórmula según la cual la Misa Romana nunca ha sido abrogada en cuanto forma extraordinaria de la liturgia del Rito Romano es una de las ideas más inteligentes para armonizar la Misa Romana con la doctrina modernista.

La realidad es que, si Benedicto XVI pretendía legitimar la misa bastarda y protestantizante, no podía seguir afirmando que la Misa Romana había sido abrogada.

Por lo tanto, era necesario resolver el problema con inteligencia, y hacer creer que la nueva misa es la continuación y expresión legítima de la Liturgia del Rito Romano.

Era imperioso decir que El Misal Romano promulgado por Pablo VI es la expresión ordinaria de la "Lex orandi" de la Iglesia católica de rito latino.

Además, en su afán de síntesis dialéctica, no era posible que Benedicto XVI dejase transparentar la más mínima sospecha de ruptura o cisma litúrgico.

Era ineludible decir que El Misal Romano promulgado por San Pío V y reeditado por el bienaventurado Juan XXIII [perdón, así dice el texto…] debe considerarse como la expresión extraordinaria de la misma "Lex orandi" y gozar del respeto debido por su uso venerable y antiguo.

Era forzoso afirmar que Estas dos expresiones de la "lex orandi" de la Iglesia no inducen ninguna división de la "lex credendi" de la Iglesia; son, de hecho, dos usos del único rito romano.

***

En consecuencia, aparece claramente lo que constituye la verdadera razón de la declaración de la no abrogación de la Misa Romana como forma extraordinaria de la Liturgia de la Iglesia: es el famoso "un paso atrás, dos pasos adelante".

Sería ridículo pensar, y no faltan cabezas mitradas que lo piensan, que el cambio de posición en el terreno de combate es debido a un inicio de restauración… Es una estrategia de acercamiento hacia la Tradición, ¡sí!..., pero para intentar envolverla y destruirla…

No se trata de una restauración. Es todo lo contrario: consolidar y legitimar la nueva misa protestantizante y el Concilio Vaticano II, sin fracturas trágicas o dramáticas; hacer creer que se trata de una evolución suave, y asegurarse de que ambos sean universalmente reconocidos, aceptados y admitidos de forma pacífica.

Quienes pretenden demostrar que el Concilio Vaticano II no es un cisma doctrinal, del mismo modo quieren probar que la Nueva Misa no es un cisma litúrgico; antes bien, que ambos son el resultado de un desarrollo vital, que debe ser asumido y aceptado.

Esta es la misión del Motu proprio de 2007.

Algunas personas, laicos y clérigos, sacerdotes y obispos, creyeron que la batalla por la Misa se había ganado, y que ahora se debía librar la batalla por la doctrina.

Pero, considerando bien todas las cosas, lo que aparece con claridad es que para Benedicto XVI se cerró el capítulo… No se trata de un comienzo, sino del término del debate: la nueva doctrina conciliar es la misma que la Doctrina Tradicional; del mismo modo, la nueva liturgia conciliar es coherente con la antigua Liturgia Romana.

***

Sin embargo, se habla mucho de la llamada “liberalización de la misa por el papa Benito XVI”. Se la presenta, incluso, como un indicio de restauración en la Iglesia y como el primer paso de una vuelta a la fe para numerosos sacerdotes y laicos.

¿Qué debemos pensar de esto?

Rezar o celebrar la Misa Romana no significa, de modo absoluto, adherir a toda la Doctrina Tradicional y rechazar todo los errores del concilio Vaticano II y del modernismo.

Por lo tanto, a partir del Motu proprio, nos vemos obligados a distinguir a los sacerdotes según su doctrina y no ya solamente según la Misa que celebran. Ahora la distinción es más sutil y difícil. Hasta ahora bastaba saber qué misa celebraban.

Por otra parte, es necesario no dejarse seducir por la ilusión de que la Misa Romana devuelve al sacerdote y a los laicos la sana doctrina.

Como prueba de esto tenemos a los ortodoxos, que nunca han cambiado la liturgia desde hace siglos y que, con todo, permanecen fuera de la Iglesia, cismáticos y herejes.

Sabemos que durante el Concilio Vaticano II todos los obispos celebraban la Misa Romana, y con todo se infiltró a este concilio un espíritu y unos principios contrarios a la Tradición de la Iglesia.

Más recientemente, los institutos que se acogieron a los indultos de 1984 y 1988 y entraron en la Comisión Ecclesia Dei, después de su acuerdo con Roma, poco a poco, aceptaron la rectitud canónica, doctrinaria e incluso práctica de la Nueva Misa, así como las nuevas doctrinas resultantes del concilio Vaticano II, celebrando, al mismo tiempo, la Misa Romana.

Todos estos hechos muestran que la Misa no basta para conservar la fe o recuperarla.

La Liturgia está en dependencia de la Fe y no al revés: se puede honrar a Dios por la Liturgia, si se tienen de antemano la Fe recta, la Esperanza verdadera y la Caridad genuina.

Dicho de otro modo: la Liturgia y la Misa no pueden hacer profesar y alimentar la Fe sino en los que ya la poseen.

Si en una mentalidad modernista y liberal introducimos lo que la Misa Romana enseña sobre la Fe y la doctrina, el resultado será semejante (con la diferencia abismal que existe) a lo que sucedería si ponemos un buen vino en una botella que contenía perfume o nafta.

Esto da una mala mezcla, que no es otra cosa que el Vaticano II: la relativización de toda verdad.

***

Por esta razón, después de librarse de la trampa del Protocolo del 5 de mayo de 1988 y de haber transmitido el episcopado por las Consagraciones de junio de 1988, hablando sobre las posibles futuras relaciones con Roma, Monseñor Marcel Lefebvre dijo:

Plantearía la cuestión a nivel doctrinal. Si no aceptan la doctrina de sus antecesores, es inútil hablar. Mientras no hayan aceptado reformar el Concilio considerando la doctrina de estos Papas que los precedieron, no hay diálogo posible. Es inútil. Las posiciones quedarían así más claras.
No es una pequeña cosa la que nos opone. No basta que se nos diga: “pueden rezar la Misa antigua, pero es necesario aceptar esto”. No, no es solamente eso lo que nos opone, es la Doctrina. Queda claro.

Creíamos que había quedado claro…

Pero, desde el año 2000, las cosas se enturbiaron…

Más particularmente, desde el 7 de julio de 2007, las cosas fueron muy oscuras...

Y después de la aceptación del levantamiento de las excomuniones, en enero de 2009, la situación tuvo un negro porvenir.

+ + +

Concluyamos con las palabras de San Pablo en su contexto inmediato:

Lo que era para mí ganancia, lo he juzgado una pérdida a causa de Cristo. Y más aún: juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas, y las tengo por basura para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no con la justicia mía, la que viene de la Ley, sino la que viene por la fe de Cristo, la justicia que viene de Dios, apoyada en la fe, y conocerle a él, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos hasta hacerme semejante a él en su muerte, tratando de llegar a la resurrección de entre los muertos.
(…) Hermanos, sed imitadores míos, y fijaos en los que viven según el modelo que tenéis en nosotros. Porque muchos viven según os dije tantas veces, y ahora os lo repito con lágrimas, como enemigos de la cruz de Cristo…