VIGESIMOTERCER DOMINGO
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
Ya en su tiempo tuvo que escribir
San Pablo a los fieles de Filipos, como lo presenta la Epístola de hoy: Porque son muchos los que andan, de quienes
frecuentemente os dije, y ahora con lágrimas os lo digo, como enemigos de la
cruz de Cristo.
San Pablo apuntaba a los que se ocupaban
en ejercitar su enemistad contra la Cruz de Cristo enseñando que nadie puede
salvarse sino por medio de las observancias legales judaicas, con lo que reducían
a nada la virtud de la Cruz de Cristo.
En efecto, sentenció el Apóstol: Si
por la Ley Antigua se obtiene la justicia, luego en balde, esto es, sin ningún
provecho, murió Cristo.
Ya había dicho: A la verdad que
la predicación de la cruz parece una necedad a los ojos de los que se pierden;
mas para los que se salvan, esto es, para nosotros, es la virtud y poder de
Dios.
¿Y qué consecuencias podía tener eso?
Ciertamente para nosotros la vida por la Cruz de Cristo; para ellos, por el
contrario, la muerte en que incurrirán; en razón de lo cual dice San Pablo: Cuyo
paradero es la perdición, es a saber, la muerte eterna.
+ + +
También en la actualidad son muchos los
que andan como enemigos de la Cruz de Cristo.
Algunos lo son en el orden espiritual; otros en el plano doctrinario. Consideremos
unos y otros.
En cuanto a los enemigos de la Cruz de
Cristo en lo espiritual, lo mejor es presentar para la meditación un
resumen de la doctrina de San Luis María Grignon de Montfort en su magnífica Carta a los Amigos de la Cruz. Dice el Santo doctor:
Un Amigo de la Cruz es un hombre escogido por Dios, entre diez mil
personas que viven según los sentidos y la sola razón, para ser un hombre
totalmente divino, que supere la razón y se oponga a los sentidos con una vida
y una luz de pura fe y un amor vehemente a la Cruz.
Un Amigo de la Cruz es un rey todopoderoso, un héroe que triunfa del
demonio, del mundo y de la carne en sus tres concupiscencias. Al amar las
humillaciones, arrolla el orgullo de Satanás. Al amar la pobreza, triunfa de la
avaricia del mundo. Al amar el dolor, mortifica, la sensualidad de la carne.
Su corazón se eleva por encima de todo lo caduco y perecedero. Su
conversación está en los cielos. Pasa por esta tierra como extranjero y
peregrino, sin apegarse a ella; la mira de reojo, con indiferencia, y la huella
con desprecio.
Queridos Amigos de la Cruz, ¿obráis en conformidad con lo que significa
vuestro grandioso nombre?
¿Tenéis, por lo menos, verdadero deseo y voluntad sincera de obrar así,
con la gracia de Dios, a la sombra de la Cruz del Calvario y de Nuestra Señora
de los Dolores?
¿Utilizáis los medios necesarios para conseguirlo?
¿Habéis entrado en el verdadero camino de la vida, que es el sendero
estrecho y espinoso del Calvario?
¿No camináis, sin daros cuenta, por el sendero ancho del mundo, que
conduce a la perdición?
¿Sabéis que existe un camino que al hombre le parece recto y seguro,
pero lleva a la muerte?
¿Sabéis distinguir con certeza entre la voz de Dios y su gracia y la
del mundo y de la naturaleza?
¿Percibís con claridad la voz de Dios, nuestro Padre bondadoso, quien
os grita con amor: Apartaos, pueblo mío escogido; apartaos de los mundanos,
a quienes maldice mi Majestad, excomulga mi Hijo y condena mi Espíritu Santo?
¡Cuidado con sentaros en su cátedra pestilente! ¡No acudáis a sus
reuniones! ¡No os detengáis en sus caminos! ¡Huid de la populosa e infame
Babilonia! ¡Escuchad tan sólo la voz de mi Hijo predilecto y seguid sus
huellas! Yo os lo di para que sea camino, verdad, vida y modelo vuestro: Escuchadle.
¿Escucháis la voz del amable Jesús? Él, cargado con la cruz, os grita: Veníos
conmigo. El que me sigue no andará en tinieblas. ¡Ánimo, que yo he vencido al
mundo!
***
Queridos hermanos, ahí tenéis los dos bandos con los que a diario nos
encontramos: el de Jesucristo y el del mundo.
A la derecha, el de nuestro amable Salvador. Sube por un camino
estrecho y angosto como nunca a causa de la corrupción del mundo. El buen
Maestro va delante, descalzo, la cabeza coronada de espinas, el cuerpo
ensangrentado y cargado con una pesada Cruz. Sólo le sigue un puñado de
personas.
A la izquierda, el bando del mundo o del demonio. Es el más nutrido, el
más espléndido y brillante, al menos, en apariencia.
Acordaos de que el buen Jesús os está mirando y os dice a cada uno en
particular:
“Casi
todos me abandonan en el camino real de la Cruz. Los idólatras, enceguecidos,
se burlan de mi Cruz como si fuera una locura; los judíos, en su obstinación,
se escandalizan de ella como si fuera un objeto de horror; los herejes la
destrozan y derriban como cosa despreciable.
Pero
–y esto lo digo con los ojos arrasados en lágrimas y el corazón
traspasado de dolor– mis hijos, criados a mis pechos e instruidos en mi
escuela, mis propios miembros, vivificados por mi Espíritu, me han abandonado y
despreciado, haciéndose enemigos de mi Cruz.
¿También
vosotros queréis marcharos? ¿También vosotros queréis
abandonarme, huyendo de mi cruz, igual que los mundanos, que en esto son otros
tantos anticristos?
¿Queréis
–para conformaros a este siglo– despreciar la pobreza de mi Cruz
para correr tras las riquezas; esquivar los dolores de mi Cruz para buscar los
placeres; odiar las humillaciones de mi Cruz para codiciar los honores?”
Ante llamada tan amorosa de Jesús, superémonos a nosotros mismos. No
nos dejemos arrastrar por nuestros sentidos. Miremos solamente al autor y
consumador de nuestra fe: Jesucristo crucificado.
Huyamos de la corrupción que existe en el mundo corrompido. Amemos a
Jesucristo como se merece, es decir, llevando la Cruz en su seguimiento.
***
Meditemos detenidamente estas admirables palabras de nuestro amable
Maestro, pues encierran toda la perfección cristiana: El
que quiera venirse conmigo, que reniegue de sí mismo, que cargue con su cruz y
me siga.
En efecto, toda la perfección cristiana consiste:
1º En querer ser santo: El que quiera
venirse conmigo.
2º En abnegarse: que reniegue de sí
mismo.
3º En padecer: que cargue con su cruz.
4º En obrar: y me siga.
1º El que quiera venirse conmigo
El que quiera. Y no los que quieran, para indicar el reducido número de los
elegidos que quieren conformarse a Jesucristo llevando la cruz. Es tan
limitado, tan limitado este número, que, si lo conociéramos, quedaríamos
pasmados de dolor.
El que quiera. El que tenga voluntad sincera, voluntad firme y resuelta.
Y esto no por instinto natural, rutina, egoísmo, interés o respeto humano, sino
por la gracia triunfante del Espíritu Santo, que no se comunica a todos.
El que quiera venirse conmigo, que me humillé y anonadé tanto que
parezco más gusano que hombre; conmigo, que vine al mundo solamente para
abrazar la Cruz; para suspirar por ella toda mi vida, prefiriéndola a todos los
goces y delicias del cielo y de la tierra.
2º Que reniegue de sí mismo
¡Lejos de la compañía de los Amigos de la Cruz los que sufren
orgullosamente, los sabios según el siglo, los grandes genios y espíritus
agudos, henchidos y engreídos de sus propias luces y talentos! ¡Lejos de aquí
los grandes charlatanes, que aman mucho el ruido, sin otro fruto que la
vanidad! ¡Lejos de aquí los devotos orgullosos, que hacen resonar en todas
partes el “en cuanto a mí” del orgulloso Lucifer: No soy como los demás: que no pueden soportar
que los censuren, sin excusarse; que los ataquen, sin defenderse; que los
humillen, sin ensalzarse!
3º Que cargue con su cruz
¡La suya propia! Que ese tal, ese hombre, esa mujer excepcional que
toda la tierra no alcanzaría a pagar, cargue con alegría, abrace con entusiasmo
y lleve con valentía sobre sus hombros la propia cruz y no la de otro; cuyas
dimensiones tracé con mi propia mano con extraordinaria perfección; que le he
fabricado con un trozo de la que llevé al Calvario.
Que la cargue: que no la arrastre, ni la rechace, ni la recorte, ni la
oculte.
Que cargue con la Cruz, puesto que nada hay tan necesario, tan útil,
tan dulce ni tan glorioso como padecer algo por Jesucristo.
4º Y me siga
Pero no basta sufrir, el demonio y el mundo tienen sus mártires. Hay
que sufrir y llevar la Cruz en pos de Jesucristo: ¡me siga!
+ + +
En cuanto a los enemigos de la Cruz de Cristo en el orden doctrinario,
dos son las principales manifestaciones, que se identifican en su intención de
evacuar la renovación y aplicación del Santo Sacrificio de la Cruz, mediante la
adulteración del Santo Sacrificio de la Misa.
Como ya habréis
comprendido, me refiero al Novus Ordo Missæ de Pablo VI y al Motu proprio Summorum
Pontificum
de Benedicto XVI.
Habiendo comprendido el
Demonio toda la fuerza y eficacia de la Santa Misa, todo el empeño del infierno
está puesto en obstaculizar, interrumpir, imposibilitar, detener la celebración
del Santo Sacrificio del Altar, ya sea modificando las rúbricas de la Liturgia
de la Santa Iglesia Romana, ya sea cambiando la doctrina sobre el Augusto
Sacrificio.
***
Respecto del Novus Ordo Missæ, tema ya bien
estudiado, remito ahora a las 60 Razones por las que, en conciencia, no
se puede asistir a la “Nueva Misa” o Misa de Pablo VI.
Su lectura y
reflexión es necesaria a quien desconoce el tema. De ellas, sólo recuerdo las
siguientes:
Porque fueron
seis pastores protestantes los que colaboraron en su confección.
Porque la Misa
Nueva obedece al mismo esquema de la Misa protestante de Cranmer.
Porque la Misa
Nueva fue elaborada de acuerdo con la definición protestante de la Misa: “La
Cena del Señor o Misa es la sagrada sinaxis o asamblea del Pueblo de Dios que
se congrega, presidida por el sacerdote, para celebrar el memorial del Señor”.
Porque la
Nueva Misa representa “un alejamiento impresionante de la Teología Católica de
la Misa según fue formulada en la Sesión XXII del Concilio de Trento” que, al
establecer los “cánones”, proporcionaba una “barrera infranqueable a cualquier
herejía que fuera en contra de la integridad del Ministerio”.
Porque la Misa
Nueva no manifiesta, de modo claro, como en la Misa Tradicional, la Fe en la
presencia Real de Nuestro Señor.
Porque
confunde de algún modo la presencia Real de Cristo en la Eucaristía con la
presencia en la palabra de la Biblia y su presencia espiritual en medio de los
fieles: proximidad con los errores protestantes.
Porque
facilita la confusión entre el Sacerdocio Jerárquico y el sacerdocio común de
los fieles, como pretenden los protestantes.
Porque
favorece la Teoría protestante de que la Fe de los fieles, y no la palabra del
Sacerdote, es la que hace estar presente a Cristo en la Eucaristía.
Porque el modo
narrativo de la consagración induce a creer que se trata sólo de una memoria de
la Cena y no un verdadero y propio Sacrificio (tesis protestante).
Porque, por
las graves omisiones, llevan a pensar que se trata sólo de una cena o de un
sacrificio de acción de gracias solamente y no de un sacrificio propiciatorio;
esto es, que favorece el error protestante de que la Misa es sólo un banquete y
que el sacerdote sólo es presidente de la asamblea.
Porque, con
las otras innovaciones a que prestó ocasión, como el altar en forma de mesa, el
sacerdote orientado hacia el pueblo, la Comunión de pie o en la mano no sólo
dio margen a abusos, sino que favorece la doctrina protestante, según la cual
la misa es sólo un banquete y el sacerdote solamente presidente de la asamblea.
Porque, debido
a todos esos errores y ambigüedades del rito, corre fácilmente el riesgo de ser
celebrada inválidamente, quedando así la Iglesia privada del verdadero
sacrificio, y nosotros expuestos a la ira de Dios. El Breve Examen Crítico
plantea la cuestión crucial: “Los sacerdotes que en un futuro próximo no
hubieran recibido la formación tradicional, y que se fiaran en el Nuevo Ordo de
la Misa y en su ‘Institutio generalis’ para hacer lo que hace la Iglesia,
¿consagrarán válidamente? Es legítimo dudarlo.”
***
En cuanto al Motu proprio
de Benedicto XVI, debemos tener en cuenta que desde abril de
1969 dos Misas, una legítima y otra bastarda, dividieron trágicamente a los
católicos. Es tema conocido, aceptado y vivido por todos.
Pablo VI
quiso, explícitamente y de hecho, reemplazar el Ordo Tradicional por el des-Ordo
Nuevo; hacer que el Novus Ordo Missæ ocupase de
hecho el lugar del Antiguo. Pero, de derecho, Pablo VI
nunca abrogó la Misa Romana, e incluso ni siquiera la prohibió.
Contrariamente
a lo que muchos querían hacer creer y otros muchos creían, la Misa Romana
continuó siendo, desde un punto de vista estrictamente jurídico y canónico, la Misa
oficial y única del Rito Latino Romano de la Iglesia Católica.
Hasta el 7 de
julio de 2007, era claro, para quien lo quiera ver, que todo sacerdote tenía el
deber (y por lo tanto el derecho) de rezar la Santa Misa conforme a ese Misal.
Pero de
hecho, desde 1969, los sacerdotes que deseaban mantener la Misa
Romana fueron brutalmente perseguidos por los partidarios de la Nueva Misa,
enemigos de la Cruz de Cristo.
Por lo tanto,
el mantenimiento del Misal Romano tuvo que llevarse a cabo en una aparente y
creciente desobediencia: fundación de seminarios y prioratos, ocupación de
iglesias, construcción de centros de Misa, ordenaciones sacerdotales,
consagraciones episcopales…
Fue entonces,
y sólo para obstaculizar y reabsorber esta legítima reacción, que el Vaticano
se interesó por la Misa Romana.
Las medidas
adoptadas por la Roma modernista y anticristo tendían realmente a
sofocar y eliminar el Misal Romano, y no a conservarlo y difundirlo.
En octubre de
1984, Juan Pablo II firmó un primer indulto, por el cual
autorizaba a los obispos conceder, bajo ciertas condiciones inaceptables, la
Misa Romana.
En julio de
1988, debido a las consagraciones episcopales realizadas por Monseñor Marcel
Lefebvre y Monseñor de Castro Mayer, la operación es nuevamente intentada.
En los papeles,
las condiciones son las mismas de 1984: no se declara obligatoria la Misa
Romana; ni siquiera se la permite universalmente, sino sólo para algunos grupos
de fieles y para algunos sacerdotes.
Además, tanto
unos como otros son impelidos a admitir la nueva misa protestantizante.
No faltaron
enemigos de la Cruz de Cristo que se acogieron a estos verdaderos insultos de la Santa
Misa. Sacerdotes y laicos ilusos cayeron en la trampa de estos pasos
intermedios..., necesarios al proceso revolucionario.
***
En julio de
2007, con el Motu proprio de Benedicto XVI, encontramos una vez más el
mismo desprecio por la Misa Romana…
Pero este
desdén ha sido capaz de adaptarse a las circunstancias y ha sabido aceptar, con
sagacidad sibilina, la realidad de la defensa del Misal Romano y del rechazo
del Nuevo Misal.
De este modo,
se busca distorsionar esa defensa y ese rechazo, al mismo tiempo que se ofrecen
componendas. El objetivo es siempre el mismo: eliminar el Misal Romano.
La Revolución
Conciliar permitirá, si es necesario incluso por largo tiempo, que los
sacerdotes celebren la Misa Romana, porque lo esencial es que acepten un rito
ambiguo y protestantizante. El resto vendrá después.
A la luz de
estas reflexiones debemos juzgar el Motu proprio de Benedicto XVI.
La fórmula
según la cual la Misa Romana nunca ha sido abrogada en cuanto forma
extraordinaria de la liturgia del Rito Romano es una de las
ideas más inteligentes para armonizar la Misa Romana con la doctrina
modernista.
La realidad es
que, si Benedicto XVI pretendía legitimar la misa bastarda y protestantizante,
no podía seguir afirmando que la Misa Romana había sido abrogada.
Por lo tanto,
era necesario resolver el problema con inteligencia, y hacer creer que la nueva
misa es la continuación y expresión legítima de la Liturgia del Rito Romano.
Era imperioso
decir que El Misal Romano promulgado por Pablo VI es la expresión ordinaria
de la "Lex orandi" de la Iglesia católica de rito
latino.
Además, en su
afán de síntesis dialéctica, no era posible que Benedicto XVI dejase
transparentar la más mínima sospecha de ruptura o cisma litúrgico.
Era ineludible
decir que El Misal Romano promulgado por San Pío V y reeditado por el bienaventurado
Juan XXIII [perdón, así dice el texto…] debe considerarse como la expresión
extraordinaria de la misma "Lex orandi" y gozar del respeto debido
por su uso venerable y antiguo.
Era forzoso
afirmar que Estas dos expresiones de la "lex orandi" de la
Iglesia no inducen ninguna división de la "lex credendi" de la
Iglesia; son, de hecho, dos usos del único rito romano.
***
En
consecuencia, aparece claramente lo que constituye la verdadera razón de la
declaración de la no abrogación de la Misa Romana como forma extraordinaria de
la Liturgia de la Iglesia: es el famoso "un paso atrás, dos pasos
adelante".
Sería ridículo
pensar, y no faltan cabezas mitradas que lo piensan, que el cambio de posición
en el terreno de combate es debido a un inicio de restauración… Es una
estrategia de acercamiento hacia la Tradición, ¡sí!..., pero para intentar
envolverla y destruirla…
No se trata de
una restauración. Es todo lo contrario: consolidar y legitimar la nueva misa
protestantizante y el Concilio Vaticano II, sin fracturas trágicas o
dramáticas; hacer creer que se trata de una evolución suave, y asegurarse de
que ambos sean universalmente reconocidos, aceptados y admitidos de forma
pacífica.
Quienes
pretenden demostrar que el Concilio Vaticano II no es un cisma doctrinal, del
mismo modo quieren probar que la Nueva Misa no es un cisma litúrgico; antes
bien, que ambos son el resultado de un desarrollo vital, que debe ser asumido y
aceptado.
Esta es la
misión del Motu proprio de 2007.
Algunas
personas, laicos y clérigos, sacerdotes y obispos, creyeron que la batalla por
la Misa se había ganado, y que ahora se debía librar la batalla por la
doctrina.
Pero,
considerando bien todas las cosas, lo que aparece con claridad es que para
Benedicto XVI se cerró el capítulo… No se trata de un comienzo, sino del
término del debate: la nueva doctrina conciliar es la misma que la Doctrina
Tradicional; del mismo modo, la nueva liturgia conciliar es coherente con la
antigua Liturgia Romana.
***
Sin embargo, se habla mucho de la llamada “liberalización de la misa por el papa
Benito XVI”. Se la presenta, incluso, como un indicio
de restauración en la Iglesia y como el primer paso de una vuelta a la fe para
numerosos sacerdotes y laicos.
¿Qué debemos
pensar de esto?
Rezar o
celebrar la Misa Romana no significa, de modo absoluto, adherir a toda la
Doctrina Tradicional y rechazar todo los errores del concilio Vaticano II y del
modernismo.
Por lo tanto,
a partir del Motu proprio, nos vemos obligados a distinguir a los
sacerdotes según su doctrina y no ya solamente según la Misa que celebran.
Ahora la distinción es más sutil y difícil. Hasta ahora bastaba saber qué misa
celebraban.
Por otra
parte, es necesario no dejarse seducir por la ilusión de que la Misa Romana
devuelve al sacerdote y a los laicos la sana doctrina.
Como prueba de
esto tenemos a los ortodoxos, que nunca han cambiado la liturgia desde hace
siglos y que, con todo, permanecen fuera de la Iglesia, cismáticos y herejes.
Sabemos que
durante el Concilio Vaticano II todos los obispos celebraban la Misa Romana, y
con todo se infiltró a este concilio un espíritu y unos principios contrarios a
la Tradición de la Iglesia.
Más
recientemente, los institutos que se acogieron a los indultos de 1984 y 1988 y
entraron en la Comisión Ecclesia Dei, después de su acuerdo con Roma, poco a
poco, aceptaron la rectitud canónica, doctrinaria e incluso práctica de la
Nueva Misa, así como las nuevas doctrinas resultantes del concilio Vaticano II,
celebrando, al mismo tiempo, la Misa Romana.
Todos estos
hechos muestran que la Misa no basta para conservar la fe o recuperarla.
La Liturgia
está en dependencia de la Fe y no al revés: se puede honrar a Dios por la
Liturgia, si se tienen de antemano la Fe recta, la Esperanza verdadera y la
Caridad genuina.
Dicho de otro
modo: la Liturgia y la Misa no pueden hacer profesar y alimentar la Fe sino en
los que ya la poseen.
Si en una
mentalidad modernista y liberal introducimos lo que la Misa Romana enseña sobre
la Fe y la doctrina, el resultado será semejante (con la diferencia abismal que
existe) a lo que sucedería si ponemos un buen vino en una botella que contenía
perfume o nafta.
Esto da una
mala mezcla, que no es otra cosa que el Vaticano II: la relativización de toda
verdad.
***
Por esta
razón, después de librarse de la trampa del Protocolo del 5 de mayo de 1988 y
de haber transmitido el episcopado por las Consagraciones de junio de 1988,
hablando sobre las posibles futuras relaciones con Roma, Monseñor Marcel
Lefebvre dijo:
Plantearía la
cuestión a nivel doctrinal. Si no aceptan la doctrina de sus antecesores, es
inútil hablar. Mientras no hayan aceptado reformar el Concilio considerando la
doctrina de estos Papas que los precedieron, no hay diálogo posible. Es inútil.
Las posiciones quedarían así más claras.
No es una
pequeña cosa la que nos opone. No basta que se nos diga: “pueden rezar la
Misa antigua, pero es necesario aceptar esto”. No, no es solamente eso lo
que nos opone, es la Doctrina. Queda claro.
Creíamos que había
quedado claro…
Pero, desde el año
2000, las cosas se enturbiaron…
Más particularmente,
desde el 7 de julio de 2007, las cosas fueron muy oscuras...
Y después de la
aceptación del levantamiento de las excomuniones, en enero de 2009, la
situación tuvo un negro porvenir.
+ + +
Concluyamos con las palabras de San Pablo
en su contexto inmediato:
Lo que era para mí ganancia, lo he
juzgado una pérdida a causa de Cristo. Y más aún: juzgo que todo es pérdida
ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí
todas las cosas, y las tengo por basura para ganar a Cristo, y ser hallado en
él, no con la justicia mía, la que viene de la Ley, sino la que viene por la fe
de Cristo, la justicia que viene de Dios, apoyada en la fe, y conocerle a él,
el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos hasta hacerme
semejante a él en su muerte, tratando de llegar a la resurrección de entre los
muertos.
(…) Hermanos, sed imitadores míos, y
fijaos en los que viven según el modelo que tenéis en nosotros. Porque muchos
viven según os dije tantas veces, y ahora os lo repito con lágrimas, como
enemigos de la cruz de Cristo…